Miro la realidad social y política
española y me vienen a la memoria los años en los que fui director
del instituto en el que estaba. Fueron años duros porque en el
sistema español un director de instituto no tiene gran poder de
decisión. No es, por ejemplo, como en Francia, sin ir más lejos.
Aquí el director está en medio de una red de influencias, de
peticiones, de órdenes y de intereses en donde es muy difícil hacer
las cosas bien. Recuerdo que yo me planteaba al principio a favor de
quién tenía yo que enfocar mis esfuerzos, quiénes eran los que
daban sentido a mi actuación, quiénes deberían ser los objetivos
prioritarios. Porque allí apretaban la inspección, los profesores,
los alumnos, los padres, los conserjes, los proveedores y alguno que
pasaba por allí, cada cual con sus cosas, con su poder y con sus
exigencias. Me di cuenta enseguida de que lo que tiene sentido en la
enseñanza es lo mejor para los alumnos, sin que eso signifique lo
peor para los demás. Pero el objetivo prioritario debería ser que
los alumnos estuvieran en las mejores condiciones posibles para que
su rendimiento fuera el mejor. Me pareció que eso era ética y
profesionalmente lo mejor.
Y traigo esto aquí porque viendo la situación política española y la actitud de este Gobierno que tenemos, que no sólo no se atreve a llevarle la contraria a los ricos y a los privilegiados, sino que está destrozando brutalmente todos los derechos que se habían conseguido anteriormente, me parece que su actitud ni es buena profesionalmente ni lo es éticamente. Son malos tiempos estos que nos han tocado vivir.
Y traigo esto aquí porque viendo la situación política española y la actitud de este Gobierno que tenemos, que no sólo no se atreve a llevarle la contraria a los ricos y a los privilegiados, sino que está destrozando brutalmente todos los derechos que se habían conseguido anteriormente, me parece que su actitud ni es buena profesionalmente ni lo es éticamente. Son malos tiempos estos que nos han tocado vivir.
Y en estos malos tiempos es bueno que
nos refugiemos un rato en nuestro pequeño o gran mundo de amigos y amigas en
quienes podemos confiar y con quienes podemos ver la vida de manera
más humana. Por eso me gusta acordarme de ellos y de ellas en el
momento en que lo agradable y lo placentero es lo más necesario, ese
momento en el que desconectamos y nos abandonamos para volver mañana
con los ánimos más cargados. Reparte todo el cariño que puedas y que
quieras. Buenas noches.
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