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miércoles, 2 de marzo de 2016

El debate o lo que sea



Escribo estas líneas desde un cierto estado de preocupación. No entiendo muy bien lo que está ocurriendo en el Congreso de los Diputados ni las reacciones que está provocando entre bastantes ciudadanos de izquierda.

El 20 de diciembre hubo elecciones. Antes de que votáramos, cada partido expresó libremente su postura ideológica, su manera de entender la organización política que debería tener España y sus recetas para enderezar la vida pública en nuestro país. Se defendieron proyectos neoliberales, socialistas, comunistas, radicales, conservadores, animalistas, de derechas, de izquierdas y de todo tipo. Cada partido lo hizo con la vehemencia que quiso, con la fuerza que pudo y con la convicción de la que fue capaz.

Y votamos. Y salieron unos números que expresaban el deseo de los ciudadanos. A partir de entonces, de lo que se trataba era de intentar gobernar el país entre los partidos que habían sido elegidos por los ciudadanos. Naturalmente, ninguno de los partidos elegidos podía renunciar a toda su ideología, a todas sus propuestas, pero tampoco creo que podía exigir ninguno de ellos que las suyas fueran ineludiblemente aceptadas por los demás. No creo que pueda admitirse que, en la situación actual del Congreso de Diputados español, haya una especie de minorías absolutas, de grupos cuyo programa sea irrenunciable, ni por ser de izquierdas ni por ser de derechas.

Me parece que lo que la situación actual requiere es que los partidos de derechas dejen de ser algo de derechas y los de izquierdas cedan algo en su izquierdismo, para que se pueda alcanzar un acuerdo de gobierno que, sin satisfacer plenamente a todos, permita que todos puedan ser gobernados razonablemente.


Esta debería ser la misión de los 350 diputados del Parlamento actual. Y si no son capaces de alcanzar ese acuerdo y de lograr un gobierno, que es lo que la ciudadanía les ha encomendado, que lo reconozcan. Si hay que ir a una nuevas elecciones porque estos políticos no han sido capaces de realizar su trabajo, se va, pero entonces, que en esa nueva convocatoria renuncien a presentarse todos los candidatos actuales. Todos, sin excepción.

lunes, 15 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. En el Congreso de los Diputados




Hoy tuve la oportunidad de asistir en el Congreso de los Diputados a un homenaje que se le hacía, a instancias de la Fundación Cultura del Sur, a los ponentes de la Constitución, a los que sumaron a Fernando Abril Martorell, que fue vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, y a Alfonso Guerra, presidente de la Comisión Constitucional. Ambos participaron activamente en la gestación de la Constitución de 1978.

El acto fue presidido por Jesús Posada, que ocupa el cargo en el Congreso, junto con Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Robles, Alcalde de Fuenlabrada, Eduardo Madina, presidente del Grupo Parlamentario Socialista y por el encargado de Inmigración de la Comunidad de Madrid, cuyo nombre lamento no recordar.

Hablaron varios de los asistentes, pero salvo Eduardo Madina, parecía que no tenían más interés que el de cubrir el expediente, sin preocuparse de que alguno de los asistentes sacase algo útil de sus parlamentos. Afortunadamente fueron breves y el acto se hizo llevadero.

Pero ¿cómo estará la situación de viciada, de forzada, de tensa, que ninguno de los homenajeados asistió al acto? Ni los ponentes vivos ni Alfonso Guerra consideraron oportuno aparecer, no sé si para no tener que hacer declaraciones o por cuestiones laborales, que es lo que adujeron casi todos. Miquel Roca envió una carta en la que apelaba al espíritu de diálogo y de consenso de la Transición y se acabó el asunto. En este sentido, más deslucido no pudo resultar el acto.

Lo que más me agradó fue que a los alumnos que me acompañaban les gustó acudir al Congreso. Insistieron en hacerse una foto con Gaspar Llamazares y con Eduardo Madina y querían una también con el presidente del Congreso. No sé si de estos detalles cabe entresacar alguna esperanza.

domingo, 14 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Templos




Hay algunas cosas, pocas, que se sitúan por encima del ser humano. No me refiero a seres trascendentes, a dioses ni a inventos parecidos fruto de la debilidad humana. Me refiero a todas esas instancias que son más importantes que la individualidad humana, como la ética, la ley o la política. Su importancia radica en que se refieren, no al yo, sino al nosotros; no a mi vida particular, sino a la vida de todos. El inhumano individualismo del neoliberalismo que nos invade y nos asfixia está acabando con esta visión del ser humano como un ser social, pero eso no quiere decir que haya perdido su vigencia. Que la gente sepa cada vez menos aritmética no quiere decir que 2 + 2 no sigan siendo 4.

Mañana me toca visitar uno de los lugares en donde habita una de esas entidades superiores al individuo. Es el sitio en el que unos servidores de los ciudadanos, elegidos y pagados por estos, se dedican a hacer las leyes por las que se va a regir la vida de todos. Quizá sea esta la labor más sagrada, si se puede hablar así, de las que se desarrollan en la sociedad y tiene lugar, claro está, en el Congreso de los Diputados.

Hace un par de años, participamos, en nombre del IES Luis Buñuel, de Alcorcón, un grupo de alumnos y alumnas y yo mismo en un trabajo que pretendía fomentar la igualdad entre los hombres y las mujeres, a la vez que difundir el espíritu de la Transición, que nos ha permitido vivir la época más dilatada de democracia en España. La convocatoria incluía un homenaje a los padres de la Constitución que, por diversas razones, no se ha podido celebrar hasta ahora y que va a tener lugar mañana.

En los tiempos que corren veo la democracia seriamente amenazada, por una parte, por una derecha que va a lo suyo con descaro y que no ve -o no quiere ver- lo que significa ser ciudadano en una sociedad democrática; y, por otra, por una extraña izquierda, que termina haciéndole el juego usando métodos de derechas, como la manía de generalizar y meter a todos en el mismo saco, o poniendo en práctica estrategias ingenuas, como la de lograr la desmotivación de buena parte de los votantes en vísperas de las elecciones, de confundir el debate político con las discusiones de ateneo o la alegre sustitución de la representación por la asamblea. Pero, a pesar de todo esto, creo en la democracia, en una democracia que necesita eliminar todas las deficiencias que ha ido adquiriendo, posiblemente por falta de autocrítica.

Mañana iré al Congreso como el que va a un templo, no en el sentido religioso, sino en el de alguien que va allí a estar con algo que es más importante que uno mismo, algo que le infunde un profundo respeto por lo que significa para la vida humana en sociedad. Espero encontrarme allí con diputados y no con mercaderes.




lunes, 6 de diciembre de 2010

Visita al Congreso de los Diputados



Con motivo del Día de la Constitución Española, el Congreso de los Diputados organiza unas jornadas de Puertas Abiertas los días 7 y 8 de diciembre. Tienes más información aquí.