Querer votar por lo perfecto y no por
lo mejor posible es hacer casi imposible la votación. Es la excusa
perfecta para no comprometerse en cambiar la situación en la que se
está.
Querer actuar siempre como si se fuese
perfecto es imposible. No somos perfectos. Nadie es perfecto. Querer
ser perfecto es, en el fondo, querer mortificarse y destrozarse la
autoestima.
La perfección no es un hecho real,
sino una idea, una creación de nuestra mente que oculta un miedo a
actuar, un deseo de no hacer nada, de no pronunciarse, de no
comprometerse. El deseo de perfección es uno de los grandes frenos
de los que disponemos para evitar que algo cambie.
Lo más perfecto sería quitarnos de la
cabeza la imperfectísima idea de perfección. Buenos días.