Vale todo, especialmente el dinero. Si alguna vez tuvieron un roce con la ética, se limpiaron bien el codo y siguieron adelante en busca del botín. Da igual que haya que soltar una mentira, que un homosexual vote en contra de los derechos de los homosexuales, que alguien gobierne una comunidad y que sus ciudadanos se queden sin médicos o que no se les atienda, que un disparate suceda a otro, que una tenga un megacapricho y se gaste una pasta enorme en construir un hospital que a nadie le gusta y que luego hay que desmantelar, que diga frases con sentido o sin él, que acuda a una universidad privada y la reciban al universitario grito de ¡Viva España!, todo da igual. Se trata de llegar al poder como sea, aunque sea de la manera más bruta posible. Y los clientes le aclaman a su paso.