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viernes, 12 de septiembre de 2008

París no se acaba nunca. 5

Retomo hoy las referencias al libro París no se acaba nunca, escrito por Enrique Vila-Matas.

El interés por este libro me vino visitando este verano el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, el MUSAC. Recomiendo vivamente una visita guiada a este Museo porque te aporta una visión de lo que se hace hoy en el campo del arte que difícilmente se puede adquirir de otra manera. Ya el edificio merece la pena de ser contemplado. Fue diseñado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla y con él obtuvieron en 2007 el Premio Mies Van del Rohe de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea. Los mismos autores han realizado el Museo de Bellas Artes de Castellón y el Museo de Zamora y están trabajando en la actualidad en el Museo de Cantabria. La fachada del MUSAC está formada por más de 3.300 vidrios tintados con los 37 colores obtenidos mediante la digitalización de una de las vidrieras del siglo XIII de la Catedral de Léon.

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En la exposición que visité aparecía una instalación creada por Dominique González-Foerster y titulada Tapis de lecture. Consistía en una alfombra de gran tamaño rodeada de libros, que invitaba a sentarse o a tumbarse y ponerse a leer. La idea, al parecer, surgió a raiz del libro de Vila-Matas, porque su texto lleva a otros textos y a otros libros y, en cierto modo, te envuelve en su atmósfera.


Pongo hoy aquí una cita de Vila-Matas sobre la desesperación:


“Piensen cuáles pueden ser las razones básicas para la desesperación. Cada uno
de ustedes tendrá las suyas. Les propongo las mías: la volubilidad del amor, la
fragilidad de nuestro cuerpo, la abrumadora mezquindad que domina la vida
social, la trágica soledad en la que en el fondo vivimos todos, los reveses de
la amistad, la monotonía e insensibilidad que trae aparejada la costumbre de
vivir.”


La desesperación. La falta de esperanza. La carencia de fuerzas para llegar a algún lado. El sinsentido. La ausencia de metas accesibles. La caída sin poder levantarse. El dolor por encima de todo lo demás. La desgana. La conciencia de la propia debilidad. El, a lo sumo, limitarse a esperar.





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