La vida discurre atropelladamente. Hay
ocasiones en las que a mi estación vienen dos trenes a la vez, o
tres. Y uno, ante la suma, tiene que multiplicarse para intentar que
no ocurra la catástrofe. Y en mitad del trasiego, hay que buscar,
con amor, lo mejor. No renuncio a que quienes están conmigo vivan lo
mejor posible. O sí. Hay veces en las que tengo que renunciar. Pero
es que un ser humano es, por sí mismo, limitado. Ir más allá de
esos límites es una aventura impredecible que acarrea sufrimiento,
desgaste y necesidad de incrementar la necesidad de sobrevivir. Da
igual como uno esté: hay que ser fuertes.
Buenas noches.