En los medios de comunicación he aprendido a luchar por la causa y a destrozar al adversario. Nunca he ganado nada y no tengo fervorosos defensores que apoyen mi candidatura ni mi estancia en donde estoy. Más bien, me da la impresión de que estoy rodeado de zorros y de zorras que saltarán sobre mis restos en cuanto que vean que doy un resbalón de cierta importancia.
He cometido muchos fallos, pero lo que hago con ellos es endosárselos al adversario, al jefe de los adversarios. Cada día. Todos los días. A veces he mentido, pero he aprendido a decir que el mentiroso es él. Sé que la crisis que nos azota ha sido generada por los neoliberales sin freno ni medida, pero le digo con toda naturalidad que el causante de la crisis ha sido él. No tengo la menor idea de cómo salir de esta difícil situación en la que estamos, que no sólo afecta a nuestro país, sino que es global, pero cada vez que se tercia le suelto que quien no tiene ni idea ni plan ni nada es él.
Sé que es una maniobra burda. Ni me planteo si es moral o no. Qué más da. En política ya se sabe que lo que cuenta es la eficacia, aunque ellos digan que esto no es así. Pero cuando veo que la gente no se entera de nada y que se cree lo que digo, me entran ganas de seguir. Hace falta más televisión, más fútbol y más Facebook para que la gente siga sin pensar, que es como a mí me gusta que esté. Y cuando pasan del más al menos, la toman con el primero que le dicen que tiene la culpa de su situación. Así que allá vamos, a seguir dándole patadas en los tobillos al tipo ese que nos echó de nuestro lugar natural. Seguiremos cada día, todos los días, echándole encima nuestras mierdas como si fueran suyas, hasta que un día se caiga o no aguante el hedor. Vaya trabajos que le pone a uno la vida por delante. Con lo que disfruto yo fumándome un puro y sin tener nada que hacer.
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