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miércoles, 9 de octubre de 2019

Buenos días. Sueño




Qué bueno sería que hubiera una empresa de seguros que garantizara ocho horas de sueño al día. 

Buenos días.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Buenas noches. Sueños




Bien está que tengamos sueños, aspiraciones, utopías. Pero si los sueños nos sirven para escaparnos, para refugiarnos en la mera fantasía, es mejor estar despiertos. Creo que no es bueno huir de manera demasiado profunda. 

Buenas noches.


jueves, 22 de septiembre de 2016

Buenas noches. Contradicción



Hay que vivir intensamente con los pies en la Tierra, pero, aunque uno no tenga la menor esperanza en que las cosas vayan a mejorar, no hay que dejar de soñar con un mundo mejor. Cada día debe ser un intento por construir ese mundo más humano, más vivible. Ni la realidad ni la débil esperanza deben interferir en nuestros sueños. Quizá esto sea una contradicción, pero, aún así, creo que deberíamos ir contra la realidad y contra la escasa esperanza. 

Buenas noches.



sábado, 17 de octubre de 2015

Buenas noches. Sueños



Hay sueños que se quedan siendo sueños en el interior de la mente soñadora de quien los sueña.

Hay sueños que se duermen en cuanto son contados, porque el relato sólo sirve como desahogo anestesiante al soñador pasivo, que sueña para huir.

Hay sueños que, rompiendo las barreras de la mente y cayendo en manos idóneas para el trabajo, dejan de ser sueños y se van convirtiendo en realidades.

Es posible que, lamentablemente, quien ideó el sueño no lo pueda observar transformado en realidad, porque no siempre quien siembra recoge el fruto. 

Buenas noches.

lunes, 4 de abril de 2011

Ensoñaciones



Con frecuencia la vida se hace pastosamente insoportable. La rutina nos termina inyectando en la sangre anestesia existencial. El ruido de las palabras vacías nos llena la mente de nada. Las imágenes que nos llegan por todas partes nos convierten los ojos en puertas cerradas por donde no pasa nada hacia la mente. La realidad parece cubierta por una crema espesa en donde los zapatos del alma se quedan pegados y desde donde cuesta un triunfo levantar un pie para hacer cualquier cosa. Vamos a veces como embotados, como insensibles, como sacos de serrín poseídos por algún automatismo que nos lleva o que nos trae o que nos deja en algún lugar.

De esta molesta inexistencia queremos, sin embargo, salir. Unos apuntan hacia el placer y se dejan arrastrar mientras dura el tirón. Otros aparcan su vida en el bar. Algunos se regodean en su mala suerte en el juego para convencerse ante nadie de que no tienen nada que hacer en la vida. Todo consiste, esos días, en huir de uno mismo hacia la fatalidad.

En medio de esta miseria perenne aparece alguna vez la magia de las palabras. No es que captemos el significado que encierran esas palabras, sino que nos quedamos en unos sonidos que nos remiten vagamente a ciertas situaciones agradables en las que nos abandonamos. Oyes hablar de amor, del jardín, de tus manos, de su presencia, de las flores, de un te quiero, unos labios o unos pechos, de una ausencia, del corazón partido, de un alma enamorada o hasta de la democracia y se produce en nosotros una ensoñación, una creación gratificante, que nos hace olvidar por un instante que vivimos en una mierda de mundo y que la vida podría ser mucho más bella si, en vez de andar huidos en sueños, hiciéramos alguna que otra cosa conveniente y necesaria.

Estos sueños, estas ensoñaciones, también se quitan durmiendo. O, quizás, llorando.