Por fin pude ir un rato a la Feria
del Libro de Madrid. Debo de llevar una vida muy mala para no
poder sacar tiempo para algo tan interesante como ir a esta fiesta de
los libros.
El paseo estaba abarrotado. Había
personas que se acercaban a las casetas a ver lo que se exponía,
otras que simplemente paseaban por allí con el carrito del niño,
algunos que iban con sus perros, arriesgándose a que los pisaran y
sobrellevando como podían la ansiedad de los animales allí abajo,
entre un bosque de piernas. Mucha gente y muchas colas bordeando las
casetas en las que firmaban los famosos. Tuve una extraña sensación
de rechazo y de pena cuando observé a algunos escritores, tocados
con gorras y sombreros dentro de las casetas, sin nada que firmar.
Incluso había uno disfrazado de pirata o algo así. Un escritora
lucía un enorme sombrero negro, ancho y alto, que, sin duda, tendría
algún significado desconocido para mí. Tampoco tenía clientes. Más
allá, Antonio Muñoz Molina iba vestido con una
sencilla pelliza y firmaba con un bolígrafo BIC a una legión de
lectores que guardaba una larga cola. Y Javier Marías, en
otra caseta, iba vestido como siempre. Por cierto, es zurdo. No sé
si serán estrategias de venta.
Fui a buscar a Paco Ramos,
paisano mío, y me traje firmado su prometedor libro de poemas
'Breves apuntes sobre el arte de mantener el equilibrio',
editado por Huerga & Fierro.
Por el camino me encontré un libro que
iba buscando, el de Meena Kandasamy, 'Cuando te golpeo
o Retrato de la escritora como joven esposa',
preciosamente editado por Malpaso. En él la protagonista
cuenta el proceso de maltrato físico y psicológico que sufrió por
parte de su marido.
De la editorial Acantilado me
traje los dos libros que tiene editados de Nuccio Ordine, un
profesor de literatura italiana de la Universidad de Calabria y un
intelectual crítico que deberíamos leer todos. Su 'Clásicos
para la vida. Una pequeña biblioteca ideal' es una joya; y
'La utilidad de lo inútil. Manifiesto'
está traducido en veinte lenguas.
Ya casi de vuelta me encontré a Luis
Antonio de Villena, vestido de dandi. Me dio la impresión de que
este hombre tiene su mundo, pequeño e intenso, en el que hace lo que
le da la gana. Tenía las uñas de la mano izquierda pintadas de
blanco y la derecha llena de anillos. Me firmó su estudio sobre
'Caravaggio',
que me pareció interesante.
Y cuando ya creí que no la iba a
encontrar, apareció Ana Blandiana, la enorme novelista, poeta
y ensayista rumana, ampliamente premiada en todo el mundo. Me traje
'El sol del más allá y El reflujo de los sentidos',
estupendamente editado por Pre-Textos. Me lo dedicó en
inglés, aunque yo creo que algo de español habla.
Y me volví sin que me lloviera, sin
pisar ningún perro y pensando en lo grande que es que los libros
reúnan a tanta gente.