Mostrando entradas con la etiqueta Educación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Educación. Mostrar todas las entradas

viernes, 29 de marzo de 2024

El mal olor

 


Cuando veo cómo se trata a los ancianos en las residencias de Madrid, cómo se le quitan ayudas a los pobres para dárselas a los ricos, cómo se suelta una enorme cantidad de bulos, según convenga, y la gente con la mente llena de odio se los traga, cuando ni la sanidad ni la educación son universales y gratuitas, al menos en los primeros niveles, cuando aumentan brutalmente las listas de espera en sanidad, cando se devuelve dinero a Europa destinado a mejorar la sanidad pública, cuando se ocultan los avances, cuando hay problemas no se solucionan, sino que empeoran, entonces se empieza a pensar en la descomposición y cada vez más huele a podrido. No sé si llegará un momento en el que el olor sea insoportable y entonces se despertarán. No soy muy optimista.

jueves, 15 de febrero de 2024

Mujeres al descubierto. Las programadoras de la ENIAC. Betty Holberton / Noticias

 




La cuarta de las programadoras de la ENIAC es Betty Holberton. Vivió entre 1917 y 2001. Fue matemática, informática teórica y programadora y es reconocida mundialmente por sus aportaciones al lenguaje de programación COBOL.

Tienes más información aquí.





NOTICIAS


Linda Darling-Hammond: “Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con los móviles, no simplemente quitárselos”

La profesora de la Universidad de Stanford, al frente de la junta de educación de California, es una de las voces más influyentes en política educativa en Estados Unidos



Puedes leer la noticia pulsando aquí.




Tienes que llegar a ser lo que quieras ser.

viernes, 9 de febrero de 2024

La nueva naturalidad

 



-Yo hago lo que me da la gana, ni más ni menos. No acepto que nadie me dé órdenes, sobre todo si no lo conozco. Me visto como me da la gana, y a quien no le guste que se joda. A veces alguien me da la vara con las normas. No existen las normas. Eso que llaman normas no son más que maneras de quitarle la libertad a las personas y de esclavizarlas. Te lo repito: yo hago lo que me da la gana, porque yo soy lo más importante, lo único importante. ¿Por qué le voy a ceder el paso yo a nadie en una acera, o a un peatón cuando quiere cruzar un paso de cebra? Somos individuos, y cada uno va a lo suyo. Hay gente que se molesta con nada: con una risotada, con un grito o con la música alta. Me da igual. Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana. Bastante es tener que aguantar que no pueda fumar en donde me apetezca. Soy libre y nadie puede quitarme mi libertad. La gente no sabe el gusto que da hacer lo que a uno le apetezca en cada momento. La gente es muy antigua y, además, muy artificial. Hay quienes no parecen seres humanos, sino robots que cumplen reglas estúpidamente. Les diría que descubrieran la nueva modernidad, la nueva naturalidad, pero no se lo digo. No son más que unos viejos con pocas ganas de vivir y con poco futuro. Que les den. -me dijo.

-¿Y tú qué le dijiste?

- Nada. Bastante tiene con elegir vivir y morir solo.


viernes, 17 de noviembre de 2023

Pero se divertía mucho

 

Deber, de Edmund Leighton. 
Imagen tomada de Wikipedia.


Creía que podía hacer siempre lo que le apeteciera. Ni sospechaba que en muchos momentos tenía que hacer lo que debía hacer. La noción del deber como la respuesta humana a la presencia de otras personas en su vida no la entendía. Nadie le explicó la necesidad del respeto, de la libertad de todos, de la empatía, de la generosidad o de la igualdad. Había llegado a ser ingeniero, pero ni la educación ni la cultura habían pasado por él. Estaba en estado natural. Creía que ya se nace siendo un ser humano y no se daba cuenta que el ser humano se va haciendo a lo largo de toda la vida, que se necesita mucha reflexión, mucho descubrimiento de las relaciones que nos unen indisolublemente con los otros, muy poco individualismo y mucha generosidad. En el fondo se sentía solo, pero se divertía mucho.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Los efectos de la incultura / y 2

 


La ausencia del respeto es clamorosa. En cambio, ha ido creciendo la absurda creencia de que el mundo de todos es una especie de propiedad privada de unos cuantos, que pueden hacer lo que les dé la gana, sin que nadie tenga por qué protestar. Son muchos los casos que se pueden ofrecer de estas inhumanas actitudes crecientes. Por ejemplo, en un bar alguien puede reír a carcajadas estentóreas, hablar al volumen que prefiera y gritar lo que le salga de sus vísceras, porque el bar no lo considera un sitio público, en el que pueden estar a gusto todos y en el que no se debe molestar, sino que es como si fuera su casa. Por la calle, a alguno poco dado a la limpieza se le puede acabar el paquete de tabaco y lo puede tirar al suelo, o, si le viene bien, puede escupir en el suelo -¡han vuelto también a eso!- porque la calle es como si fuese suya. Si el equipo nacional femenino de fútbol gana el campeonato mundial, el presidente de la Federación puede atrapar ostentosa y públicamente su estructura gonadal, como si fuera un aficionado tosco y garrulo, y puede obligar a recibir un beso en los labios a una jugadora, porque las jugadoras son como si fuesen de su propiedad y estuvieran a su disposición. No se sabe si con ello intentaría proponer un modelo de comportamiento a alguien o era un efusión de patriotismo deportivo o que el machismo descerebrado le hervía.

En general, las normas parecen entes desconocidos o innecesarios. Es el caso, entre otros, de las de circulación, en donde los límites de velocidad, no conducir con el móvil en la mano, las direcciones prohibidas y los pasos de peatones son entes que parecen sobrar. Durante las madrugadas unos mindundis pueden pasar por la calle cantando o hablando en voz alta, sin la menor conciencia de que están molestando a quienes duermen. Hacer las cosas bien ha dejado paso a hacerlas de cualquier manera. Huir de ser y parecer un garrulo ha sido sustituido por hacer ostentación pública de serlo. Hablar con los hijos para ir educándolos poco a poco se ha sustituido por comprarles un móvil en cuanto pueden sostenerlo y que se eduquen ellos solos. La complejidad de la realidad ha dejado paso al imperio falso de lo simple, como se ve en las músicas y los juegos de los ciudadanos de poca edad. Lo simple se manipula mejor, pero ellos no lo saben ni les importa. Lo único importante es conseguir dinero, tener dinero, tener, y que no te rayen la cabeza con monsergas de humanidad y de cultura.


miércoles, 6 de septiembre de 2023

Los efectos de la incultura / 1

 

Imagen tomada de Pinterest

Ya se notan con claridad en la vida cotidiana los efectos molestos y degradantes de la incultura. Han transcurrido demasiados años en los que muchos padres y madres se han olvidado de educar humanamente a su prole y de que se empequeñecieran o desaparecieran de los planes de estudio las asignaturas que hacían reflexionar a los alumnos y a las alumnas y ayudaban a desarrollar su pensamiento crítico. Ahora vivimos de esas inacciones y de esas ausencias.

La cultura es la manera de vivir como seres humanos entre el resto de seres humanos, sin que haya que prescindir de ninguno y sintiéndose todos relacionados con los demás, precisamente por su humanidad.

La cultura es distinta de la instrucción. Esta se adquiere en la escuela, desde el parvulario a la universidad, y desarrolla en el ser humano su capacidad de convertirse en un experto en algo. La cultura, en cambio, se comienza a construir en la familia, en donde se adquiere la costumbre de tener buenas conductas y de asimilar en la vida valores humanos, constructivos y solidarios. El contenido de estas conductas y estos valores conseguidos en la familia se justifican luego en la escuela: si en casa te inculcan la norma del respeto a los demás, en la escuela te deberían dar las razones de por qué hay que hacerlo, o si en casa te dicen que hay que comer despacio y masticando mucho, en la escuela te deberían decir el porqué de tan higiénica costumbre, o si en casa te han acostumbrado a seguir la norma de ser solidario, en la escuela tendrían que justificarte por qué es más humano ser solidario que egoísta.

Sin embargo, se ha ido extendiendo la práctica de no acostumbrar al joven, ni en la familia ni en la escuela, a seguir normas para desarrollar una vida humana, ni a desarrollar los valores convenientes para tal propósito, con lo cual no solo ha salido de la mente del ciudadano la ética, sino que su vida se ha ido empobreciendo y embruteciendo, hasta hacerla muchas veces desagradable para los demás y difícilmente vivible para todos.

Los valores que convierten a alguien en un ser humano y al mundo en un lugar de acogida para todos se han ido convirtiendo en rarezas, dando paso a la figura del bruto con aspecto humano, pero bruto. Se echan en falta el respeto, la libertad, la igualdad... La solidaridad ha desaparecido de la práctica común, siendo sustituida cada vez más por un individualismo absurdo y un deseo egoísta de acaparar dinero de la manera que sea -porque vale cualquier método- y a costa de quien sea. Algunos zoquetes con intereses han hecho creer a los más vacíos que la libertad no consiste en ser capaz de hacer lo que se debe hacer, el bien, sino en elegir los caprichos que cada cual tenga o los que pueda pagarse. La igualdad, que se concreta en las igualdades, va cuesta abajo, porque aún hay muchos contravalores egoístas y particulares en la mente de muchos ciudadanos. Todavía hay, por ejemplo, quienes creen, dejándose llevar por una ignorancia injustificable y culpable, que el feminismo es algo superfluo que no es necesario conocer bien. No se dan cuenta de que, al igual que ocurre con la democracia, el feminismo es la única manera de conseguir la igualdad real entre los hombres y las mujeres. Los listos que creen que el feminismo no es necesario ni merece la pena, actúan como brutos machistas inhumanos en cuanto las circunstancias les sobrepasan un poco.

Continuará

domingo, 7 de mayo de 2023

Día de la madre

 

Sensitiva, de Miguel Blay y Fábrega.

Si hay una persona importante, indispensable, en la vida de cualquier ser humano, esa persona es la madre. Por eso, con cariño, le deseo a todas las madres que lean esto un día y una vida llenos de buenos momentos, de alegría y de amor.

Aunque el origen de este Día de la Madre es comercial, creo que conviene, como en cualquier “Día”, reflexionar un poco sobre en qué consiste ser madre y si hay que prepararse o no para ser madres.

Ya ha nacido el bebé. Es un ser humano pequeñito, encantador y absolutamente necesitado de cariño y de atenciones, sin las que sería imposible que viviera. Yo, si fuera madre o quisiera serlo, me plantearía algunas preguntas. Por ejemplo, lo tengo que educar, porque todos nacemos “en bruto” y tenemos que aprender y acostumbrarnos a vivir en sociedad como seres humanos. Y eso ¿cómo se hace? ¿de cualquier manera? ¿lo hacen ellos solos? ¿hay que conocer cómo evolucionan los niños para poder tratarlos adecuadamente en cada momento? ¿hago yo con mi hijo lo mismo que hizo mi madre conmigo hace ya unos cuantos años? ¿lo acostumbro a razonar o le dejo hacer lo que le apetezca? ¿le hago ver desde pequeño que todos somos iguales y que no hay que discriminar a las chicas o creerse superior a ellas? ¿les regalo muñecas a las niñas y camiones a los niños? ¿los visto de rosa y azul? ¿le acostumbro a creer que ser libres es hacer lo que a cada uno le dé la gana o que consiste en ser capaz de hacer lo que en cada momento “debe” hacer? ¿lo llevo a la iglesia para que lo adoctrinen allí o espero a que sea mayor y que vaya él o ella si quieren? ¿lo llevo a una escuela en la que le hablen de la realidad o solo de una parte de la realidad? ¿cuido su sensibilidad? ¿le muestro valores positivos, humanos, que crean un mundo mejor, o dejo que haga lo que quiera? ¿leo para que lea o estoy todo el día con el móvil para que luego lo estén él o ella también? En fin, que ojalá el día de hoy transcurra en un intercambio alegre de amor entre madres, hijos e hijas, pero que en algún momento de algún día, hagamos el muy humano acto de racionalizar lo que hacemos.

A ningún centro comercial se le va a ocurrir crear el “Día de los hijos”, porque no les sería rentable. Pero los hijos también deberían razonar sobre cuál es su papel y su actitud en su relación con una persona que les dio la vida y el amor necesario para sobrevivir.



sábado, 18 de junio de 2022

No todos son iguales / 1




 No, no todos los políticos ni todos los partidos son iguales, ni mucho menos. Ese es el anzuelo que lanzan siempre las derechas para que piquen en él los que están menos conscientes de la situación, los que tienen asumido su desconocimiento.

Me parece lógico que esto ocurra, porque hay quienes manejan bien las comunicaciones. Llevamos ya muchos años, décadas, preocupados por la instrucción de los jóvenes, intentando que sepan calcular el área de un triángulo, luego que sepan resolver una integral y, más tarde, que dominen el cálculo diferencial. O que sepan bien los ríos de España o los sistemas cristalográficos, da igual. El caso es que llevamos años, décadas, confundiendo la instrucción con la educación y olvidándonos de esta, tanto en las escuelas como en el seno de las familias.

La instrucción consiste en aprender cosas. La educación -la cultura- estriba en aprender a vivir, en conocer las normas idóneas que hay que seguir para poder vivir todos en una sociedad de manera sana y constructiva; y, también, en conocer los valores, lo que merece la pena de lo que encontramos en una sociedad y lo que no sirve para nada bueno.

El camino para ser, además de una persona instruida, una persona educada, culta, debe comenzar en casa. Ahí deben enseñarnos a comer bien, a ser mínimamente ordenados, a desenvolvernos en la sociedad de manera racional, a darle importancia al respeto, a escuchar cuando habla alguien, a criticar noblemente lo que captamos y a tantas cosas que nos hacen personas educadas, evolucionadas, mejores.

Luego, en la escuela, nos deben explicar el porqué de las normas que hemos aprendido en casa. Por ejemplo, si en casa nos han dicho que no está bien estar en los interiores con la cabeza cubierta por un gorro, en la escuela nos deben aclarar que eso se debe a que el 80 % del calor corporal se pierde por la cabeza, y si en un interior, en donde no suele hacer frío, vas con una gorra puesta, se crea en el pelo un calor que puede pudrir sus raíces. Las boinas puestas en la cabeza casi todo el día eran una fábrica de calvos en los pueblos. O nos deben enseñar por qué se debe respetar a las personas, sin molestarlas ni insultarlas ni negarles sus derechos ni atentar contra su integridad. Y así con todo.

Cuando una persona educada, culta, se enfrenta con el hecho de la política, sabe distinguir a unos de otros, porque es capaz de entender lo que unos quieren y lo que quieren los otros. Pero vivimos una época en la que la educación, en las familias y en las escuelas, está en momentos bajos. Lo que triunfa es el dinero y lo que sea necesario para conseguirlo. Hoy sales a la calle, entras en un teatro, vas a un bar, te metes en un museo o te subes a un autobús y las dos únicas normas que observas, porque la cumplen casi todos, son: una, que cada cual hace lo que le da la gana, y lo primero es lo mío; y, dos, que si a alguien no le gusta o le molesta, que se joda. Parece que la simpleza se ha apoderado de lo que la gente hace, de la música que escucha, de las formas de divertirse, de lo que come y de lo que son capaces de pensar. Por eso, cuando hay elecciones, las derechas insisten en los mensajes simples. Si son diez puntos escritos en un folio, mejor que un cartapacio lleno de medidas. Total, es posible que no se lo lean, porque tienen en sus mentes el enorme prejuicio de que todos son iguales. Y no todos son iguales. Puede que haya políticos que tengan fallos, porque ninguno es perfecto, pero iguales no son. Y, mucho menos, lo son los partidos.

(Continuará)

lunes, 18 de abril de 2022

Patinetes





Íbamos dos personas cruzando por un paso de cebra cuando silenciosamente un individuo montado en un patinete nos adelantó a mucha velocidad y giró a escasa distancia por delante de nosotros. No nos rebanó los dedos de los pies de milagro. El susto me hizo reaccionar. Le grité:


-Pero ¿no sabes que no puedes cruzar por aquí montado en ese vehículo?

-¿Cómo quieres, entonces, que pase?

-Pues te bajas y cruzas como un peatón.


El individuo tenía pocos años, unos quince. Lucía mucho pelo, rizado hacia arriba, igual que muchos. Vestía un pantalón de chándal y una sudadera, como muchos.

-¡Anda ya! Me vas a rayar ahora… -me contesto, y se fue.

Pensé en quién habrá (mal)educado a este chaval, quiénes lo habrán traído al mundo para mantenerlo tan embrutecido y quién le exigirá a este viejo de pocos años que sepa el Código de la Circulación. Si nos llega a atropellar ¿tendrá algún seguro que cubra los gastos? Me parece que nadie se lo exige. ¿Qué valores tendrán estos individuos, qué actitudes valiosas practicarán? ¿Para qué servirán? Además de sus apetitos y sus deseos, ¿tendrán en cuenta algo más a la hora de vivir? ¿Quiénes los irán a manejar en el futuro? ¿Qué país cabe esperar cuando estos viejos de pocos años tengan que tomar decisiones?

Como no me quería amargar la tarde, me puse a pensar en otra cosa, pero las generaciones sin idea de cómo educar a quienes traen a este mundo son ya muchas, los planes de estudio que muestran escasa cultura son ya varios y la proliferación de patinadores de pelo revuelto y mente embrutecida, enorme.



Buenas noches.

domingo, 22 de agosto de 2021

Urgencia





Es urgente vivir. Lo digo pensando en cualquiera, sea afgano, costamarfileño o español, cada cual en su circunstancia. Todo ser vivo tiene la necesidad de vivir y el derecho a que le dejen vivir en libertad, sin que nadie le imponga nada ni le quite la vida. Hay que acabar con las crueldades, los tratos desiguales a quienes son iguales y los asesinatos.

Es urgente vivir. Hay que ver el mundo con los mejores ojos posibles, con la mirada limpia, cultivada y humanizada. Hay que oír todos los sonidos que nos regala la Naturaleza y que el hombre ha creado. Hay que huir de los ruidos, cada vez más frecuentes, más estruendosos, más desagradables. Hay que oler lo bello, lo bueno, lo agradable, los perfumes en tarros y los perfumes en vidas. Hay que cultivar el gusto, educar la sensibilidad y gustar todo lo que sea bueno. Hay que tocar, con respeto hacia las cosas y hacia las personas, pero hay que tocar. Pasarán las restricciones por la pandemia, pero entonces deberemos tocarnos con la delicadeza y la nobleza que imponen el respeto. Mientras tanto, acariciemos las páginas de un libro, las hojas de una planta, la textura de un paño, la piel de un animal. Y hay que cuidar, educar y engrandecer la mente. Tenemos que saber lo más posible de lo bueno y sano que existe en el mundo. Y tenemos que aprender cada día a actuar como un ser humano, a crear un mundo en el que quepamos todos y en el que nos respetemos y nos cuidemos todos.

Todo esto es urgente. Tendríamos que empezar ya, a pensarlo y a hacerlo.

Buen domingo.  




sábado, 31 de julio de 2021

Despiste



 

Tienen que estar muy despistados para preferir que les gobierne un fascista a alguien que pretende el bien de todos. O quizá sea que ellos no pretenden el bien de todos, sino solo su propio bien, y su despiste les lleva a creer que se lo va a proporcionar el fascista. No despiertan ni viendo lo que está ocurriendo con la sanidad pública, ni con la educación, ni con las mujeres, ni con los inmigrantes ni con quienes tienen una orientación sexual diferente. Cuando les toque a ellos, van a seguir estando dormidos.


martes, 22 de junio de 2021

Papeles para leer. La educación que se necesita



 La educación del futuro nunca debe ser igual que la del presente ni, mucho menos, como la del pasado. Debemos tener la mente suficientemente abierta para aceptar esto y no hacerle daño a nuestros hijos perpetuando lo que hoy ya no vale.

De estos temas habla la entrevista con el creador de PISA, Andreas Schleicher, director del área educativa de la OCDE, que publicó recientemente El País.

Puedes leerla aquí.

viernes, 2 de abril de 2021

Cruz




 Su cruz es su voto. En ese voto los crucificarán y de sus cuerpos chorreará la sangre de la sanidad, de la educación, de sus derechos, de la igualdad, de la libertad y de la justicia, hasta que les entreguen sus vidas al señor de los negocios y a nuestra señora de lo privé.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Educación



 No puedo reflejar aquí todas las lecturas en las que me refugio de esta cólera de la naturaleza en la que nos movemos: no tengo tiempo para hacerlo. Pero ayer me encontré con una descripción de la educación de un niño que no me resisto a poner aquí. Está en el libro de Pierre Lemaitre, El espejo de nuestras penas”, publicado por Salamandra. Muestra cómo los padres, en este caso una madre, puede hacer de un niño un ser inhumano, un engendro antisocial, un delincuente. Para ello, en lugar de sacar del niño los talentos que tiene en ciernes, lo que hace es proyectar sobre él las frustraciones, los odios, la sed de venganza y todas las vivencias negativas almacenadas en la mente. El niño se convierte en una víctima de unos señores que no tendrían por qué dedicarse a la procreación ni a la educación.

Pongo aquí un extracto de lo que aparece en la página 207 y s. Habla la hermana mayor de un bebé adoptado que, por diversas circunstancias, resultaba odiado -el odio, una vez más-:

—Era un niño muy guapo. Risueño. La nodriza, que era una holgazana (…) lo cambiaba lo menos posible, para evitarse trabajo, así que el niño aprendió a andar con pañales que pesaban un quintal. Por la noche, tenía que echarle polvos de talco y acariciarlo un buen rato para que se durmiera. Sí, era mi muñeca, pero lo cierto es que la única persona que lo quería realmente en aquella casa era yo, y los bebés notan esas cosas. Aún así, en cuanto empezó a andar, todo cambió. La reina madre bajó del trono para “ocuparse” de él. Despidió a la nodriza para hacer como con las criadas, sustituirla todos los meses. Nada peor para un niño que los cambios constantes: pierde las referencias, no puede adquirir hábitos... Las nodrizas se encargaban de cuidarlo. Mi madre, de su educación. Se entregó a la tarea con ganas. Por fin tenía un papel a su medida: el de madre que educa a su hijo de cara al exterior, mientras en secreto disfruta haciéndolo fracasar. Nunca le dio tregua. En ningún terreno. Lo obligaba a comer lo que más odiaba en nombre de la correcta alimentación, le prohibía los juegos que le gustaban en nombre de la correcta educación... Sí, para mi madre, todo tiene que ser correcto, correcto según su criterio. Lo que le imponía al niño era lo que le convenía a ella, lo que la aliviaba. Tener que ver a aquella arpía ensañándose con aquella criatura es la peor prueba que me ha puesto la vida. Era un niño bueno ¿sabe? Pero las privaciones de todo tipo, las prohibiciones, la falta de cariño, el abuso constante de la autoridad, la supresión de las diversiones, los castigos, las horas en el cuarto oscuro, donde gritaba de terror, los deberes interminables, multiplicados sin cesar. Las humillaciones, los ingresos en los internados más estrictos, por no hablar del desprecio... Todo eso acabó con él. No tenía mal fondo (…) Fue primero difícil y luego francamente imposible. Mentiroso, tramposo, ladrón... Se escapó de todos los internados, se pegó con todos sus profesores... Mi madre decía: «¡Míralo! ¡Es una mala persona, y nada más!» Todo el barrio la compadecía.

(…) En cuanto tuvo la edad, se alistó en el ejército. Se licenció con el título de electricista. Es un chico inteligente, muy hábil con las manos. Lo movilizaron hace un año, es soldado. [Estamos en la segunda Guerra Mundial]

(…) Hasta de soldado ha seguido siendo fiel a lo que es, un granuja. Yo lo adoro, pero... En su última carta, me pide dinero y me informa de que está en la prisión militar de Cherche-Midi. Asegura que es un error judicial, como siempre. Le habrá birlado las medallas a un general para venderlas al peso... Yo ya no le doy importancia. Mañana será otra cosa.


El espejo de nuestras penas” es la tercera novela de una trilogía titulada “Los hijos del desastre”, formada por “Nos vemos allá arriba”, “Los colores del incendio” y por esta que comento hoy.

martes, 10 de noviembre de 2020

El infinito en un junco / 3




En la página 146 de su libro dice Irene Vallejo que

“esta antigua fe en la cultura nació como un credo religioso, con su lado místico y su promesa de salvación”.

Y añade: 

“Lo único que merece la pena es la educación -escribe en el siglo II un seguidor de este culto-. Todos los otros bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño. Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados. La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da. La gloria es inestable. La belleza es efímera; la salud, inconstante. La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez. La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años, y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría. Ni siquiera la guerra que, como un torrente, todo lo barre y la arrastra, puede quitarte lo que sabes”.

Para algunos esta idea sigue siendo hoy válida, pero me da la impresión de que somos pocos.



sábado, 7 de noviembre de 2020

El infinito en un junco / 2




 Dice Irene Vallejo en la página 146 de su libro:

“Aunque esta idea [de hacer de la propia vida una obra de arte] no era nueva, en la época helenística se convirtió en un refugio para los desorientados huérfanos de las libertades perdidas. En ese periodo, la paideía -en griego, 'educación'- se transforma para algunos en la única tarea a la que merece la pena consagrarse en la vida. El significado de la palabra se va enriqueciendo, y, cuando romanos como Verón o Cicerón necesitan traducirla al latín, el eligen el término humanitas. Es el punto de partida del humanismo europeo y sus irradiaciones posteriores. Los ecos de esta constelación de palabras no se han apagado todavía. La Enciclopedia ilustrada rescató la antigua paideía -que desciende de la expresión en kyklos paideía, [que significa educación en círculo]-, que todavía hoy resuena en el experimento global y políglota de la Wikipedia”.

Me parece muy importante que ya los griegos asociaran la educación con la humanización, con la huida del tosco estado en el que nacemos para convertirnos en los seres humanos que estamos destinados a ser. No sé si hoy esta idea ha caído de nuevo en desuso o si tanto la educación como la humanización han sido astutamente sustituidas por brutos becerros de oro.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Diferencias



No es lo mismo, según yo lo entiendo, la instrucción que la educación. La instrucción afecta al conocimiento científico o técnico de aspectos de la naturaleza y del mundo. Es lo que se obtiene en los colegios, institutos y universidades.

La educación afecta al saber vivir humanamente en un mundo en donde están la naturaleza, los animales y las personas. El lugar en donde se adquiere es el hogar, la familia, porque es un proceso por el que no se adquieren simples conocimientos, sino hábitos positivos, costumbres sanas para desarrollar una vida humana.

Cuando la instrucción se mantiene da lugar a la erudición. Un erudito es alguien que conoce muchos datos sobre la realidad. La educación, por su parte, cuando persiste en la creación de un ciudadano verdaderamente humano, da lugar a la cultura. 

De aquí que pueda haber personas eruditas, pero que no sean cultas, como, por ejemplo, cualquier técnico competente que discrimine o maltrate a los demás, y, a la vez puedan darse personas cultas sin erudición, como es el caso de cualquier ser humano sencillo, sin estudios, pero que ha aprendido en qué consiste vivir con los demás en un mundo libre e igualitario y que lo convierten en una persona valiosa y culta.

viernes, 21 de agosto de 2020

Dicho en el pasado. Por delante



21 de agosto de 2013
Si plantas un árbol y no lo pones vertical, crecerá torcido. Si está en una zona de vientos fuertes, es posible que crezca de tal forma que sea prácticamente imposible que vuelva alguna vez a crecer con normalidad.Lo mismo ocurre con la educación de los niños y de los jóvenes. Hay veces que en la propia familia están las ideas un tanto torcidas y, si se le inculcan así al niño, comenzará un proceso de deshumanización que, si se ve impulsado por el viento de una educación poco adecuada, terminará por crear un ser extraño, poco desarrollado y sumido en un proceso de degradación poco recomendable.
A mí nadie me dijo que lo hiciera y por eso no lo hice, pero si yo tuviera ahora veinte años, revisaría todas las ideas, costumbres, valores y criterios que me inculcaron en mi infancia. Aún lo hago con frecuencia, pero entiendo que cuantos más años se tienen, más difícil es enderezar el árbol.
Me pondría a pensar qué idea tengo de la libertad y si va acompañada o no de responsabilidad, si las igualdades son importantes o no en mi vida, si tengo claro lo que es la educación física, qué papel juegan las costumbres en mi vida, si significan algo para mí la solidaridad y la generosidad, cuál es el alcance de la higiene, si tengo suficientes fuentes de placer para elegir y para disfrutar de varias maneras, si sobre el sexo tengo claro con quién, cómo y para qué, si mi cuerpo es mío o no, si debo ocultarlo o no, si es fuente de mal o no, si debo cuidarlo y cómo, si entiendo lo que significa el amor, si habría que configurar la convivencia de una manera distinta y si la vida tiene sentido y dónde hay que encontrarlo.
Hay que intentar ir siempre por delante de la vida, porque si no, la vida hace con uno lo que quiere.

lunes, 20 de julio de 2020

Rebrotes y educación



Comienzan los temidos (no sé si por todos) y esperados rebrotes del Covid-19. Según datos del Ministerio de Sanidad, un 15% de los casos aparecen entre temporeros que recogen la fruta, una actividad que se considera inevitable y que tiene difícil solución, como no sea la de no comer fruta y arruinar los campos. Más de la mitad de los rebrotes aparecen en fiestas familiares y en actividades de ocio nocturno, como botellones masivos, fiestas descontroladas en lugares cerrados, etc.

Si todos usáramos las mascarillas, mantuviéramos la distancia de seguridad y nos laváramos las manos con frecuencia, la enfermedad quedaría pronto controlada, pero no es esto lo que ocurre. ¿Por qué no ocurre?

En mi opinión, en el fondo de esta respuesta incívica hay un problema de educación que ya viene de hace bastantes años. Una persona educada es la que cumple las normas convenientes para que las personas vivan como seres humanos y para que la sociedad sea cada vez mejor.

Educar a una persona consiste no en decirle solo lo que tiene que hacer, sino en argumentárselo con claridad y en procurar desde pequeño que lo haga, para que adquiera el hábito, la costumbre de actuar bien. Esto solo se puede hacer en casa, en la familia, y empleando en ello tiempo y ganas.

Solo puede educar una persona educada, pero desde hace algunas generaciones esto no ocurre. Yo lo he vivido directamente en las aulas y, sobre todo, fuera de ellas. Sé que hay personas educadísimas y llenas de valores humanos, pero sé también que hay otras muchas en las que esto no ocurre.

¿Cómo vamos a esperar que cumplan las normas para prevenir la enfermedad personas que no escuchan, que insultan en lugar de razonar, que no admiten jamás que deben cumplir algo que no les apetece y que incitan a los demás a que hagan lo que les dé la gana? ¿Por qué nos encontramos con padres y abuelos que funcionan así? ¿Cómo vamos a esperar que sus hijos salgan preparados para vivir en una sociedad democrática y civilizada?

El problema de la Covid-19 tiene, como casi todo, un fuerte componente de educación. Mientras no se aborde en serio esto, los desastres triunfarán entre nosotros.

miércoles, 17 de junio de 2020

El Covid-19 y la educación



Lo he pasado mal, como me imagino que casi todo el mundo, con este virus invasor que nos ha quitado la paz y nos ha cambiado la vida cotidiana. Parece que la crueldad de sus efectos va reduciéndose, pero aún estamos en momentos de no bajar la guardia, de ser muy prudentes y de evitar cualquier rebrote que sería física, mental, social y económicamente trágico.

En lo que a mí respecta, lo he pasado mal porque soy de los que tengo algún factor de riesgo que podría agravar los efectos de una eventual infección. Por eso, desde el primer momento, agradecí a quienes estaban intentando, de la mejor manera que sabían, vencer una enfermedad desconocida, imprevista y pavorosa. El personal sanitario ha dado -y lo sigue dando- lo mejor de sí, al igual que todos los trabajadores de servicios y, en mi opinión, el gobierno de la nación, con sus errores y sus aciertos, pero con su innegable buena intención. No puedo decir lo mismo ni agradecer nada a quienes -instituciones e individuos- atesoraban como única misión la de poner palos en la rueda de quienes tenían la responsabilidad de procurar salvarnos. No voy a perder tiempo en hablar de ellos, salvo para decir que nunca olvidaré el detalle.

No sé si seré algo iluso al afirmar que es posible que el Covid-19 haya tenido un aspecto positivo. Me refiero a que ha logrado que hijos y padres hayan tenido que convivir en casa mucho más tiempo del que habitualmente lo hacen. Me pregunto si los padres habrán aprovechado ese tiempo extra de convivencia para educar a sus hijos o si, por el contrario, habrán optado por pasar el rato de manera agradable, a la espera de que una normalidad, la que fuere, se apoderara de nosotros.

Ignoro lo que cada cual habrá hecho, pero solo he oído hablar del arduo teletrabajo de los profesores que, a través del ordenador, intentaban hacer algo parecido a lo que hacían en clase. Y que los padres y madres intentaban ayudar a que salieran bien las raíces cuadradas y los problemas de todo tipo. O sea, que participaban como podían en la instrucción de sus hijos y procuraban que sacaran buenas notas. Sin embargo, la instrucción no es la educación. Este es un gravísimo error que, en mi opinión, venimos arrastrando desde hace ya demasiados años.

Educar a un hijo no es lograr que sepa hacer raíces cuadradas ni que logre situar bien en el mapa los Picos de Europa. Educar es intentar que razone sobre los valores que merece la pena poner en práctica en la vida, las normas que se deben cumplir y las costumbres que conviene adoptar para hacer que la estancia en este mundo sea la mejor posible para todos. Se trata de razonar, de obtener un criterio racional compartible y argumentable, no de obligar ni de imponer, porque si se obliga y se impone, lo que se suele obtener es o bien autómatas obedientes, pero sin un criterio justificado, o bien seres hartos de no pintar nada, que huyen de lo que se les dice y se refugian en el polo opuesto al deseado. El único método humano de educar a seres humanos es el de razonar en común, sin que nadie se acostumbre a guiarse sólo por sus intereses, sus caprichos o sus ocurrencias. 

Espero que no se deduzca de aquí que haya que hacer tesis doctorales para educar a un hijo. Ni mucho menos. Se trata más bien de mantener, aparte de una buena voluntad, una actitud racional, que muchas veces se materializa en la búsqueda en común de argumentos que les sean útiles tanto a quienes son educados como a los que educan. 

Conozco a muchas personas con poca instrucción, pero con una buena educación, a quienes, por ejemplo, nunca los acostumbraron a satisfacer a toda costa sus caprichos, a imponer a los demás sus opiniones ni a obligar a nadie a dejar de ser libre. Fueron educados por unos padres que, además de buena voluntad, sentían que eran uno más en un mundo que era de todos, aunque siempre hubiera quienes por razones sociales o económicas no se sintieran parte de ese mundo, sino de otro demasiado exclusivo. 

Y conozco también a muchas personas muy instruidas, pero mal educadas, que tienen aspecto de seres humanos, pero que no actúan como tales, sino como pequeños dictadores o grandes creídos que se sienten superiores a los demás. Estos serán probablemente incapaces de educar humanamente a nadie porque carecen de la actitud necesaria para educar a alguien.

Y están también los despistados, los tibios, los que dicen que los hijos se educan solos, los que no se enteran ni de qué va la instrucción ni la educación, ni les importa ni tienen conciencia de lo que significa ser padre y ser hijo. Tienen hijos porque los tiene todo el mundo, les dan de comer y los visten porque entienden que es su obligación y los llevan a una escuela -si es de pago, mejor, así se quedan más tranquilos- porque creen ingenuamente que en ella los van a educar. Ahora, sin escuela, no sé qué estarán haciendo.