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sábado, 23 de enero de 2016

Buenas noches. Ir al teatro



Me gusta ir al teatro, pero no me gusta ir al teatro de cualquier manera.

En cuanto a la vestimenta, creo que no se trata de ir como si se asistiera a una boda tradicional, pero tampoco como si fuéramos a hacer deporte. Procuro afinar generosamente la pulcritud y elegir una indumentaria propia de situaciones importantes.

Me parece importante informarme antes sobre el tema y las circunstancias de la obra que voy a ver, para que no me venga de nuevas y para entender lo mejor posible lo que se muestre en la representación.

Creo que también es importante estar un rato en silencio antes de que empiece la función, como metiéndote en el ambiente, como esperando con calma, pero con deseo, lo que te va a venir con la obra.

¿Por qué esta actitud, llamémosla así, cuidadosa? 

Creo que por amor y por respeto al teatro. En el teatro, un conjunto -mucho más numeroso y laborioso de lo que parece a primera vista- de personas se dispone a ayudarnos -lo sepan o no- en la tarea más difícil que tenemos a diario: vivir y procurar entender la vida. 

Es cierto que, a veces, la obra de teatro se limita a hacerte reír -lo cual es ya bastante-, pero en muchas otras ocasiones eligen un trozo determinado de la vida y lo analizan, lo muestran desde un punto de vista que puede que no coincida con el propio, lo plantean con más claridad o lo solucionan de una manera nueva. Hay ocasiones en las que hay más vida en el escenario que entre las butacas. Muchos días sales del teatro pensando, replanteándote la existencia, habiendo aprendido algo en lo que no habías caído o impresionado por lo que unos actores y unas actrices, dotados de un arte peculiar y poniendo sus cuerpos y sus mentes al servicio de unos personajes, han sabido ponernos ante nosotros para removernos nuestra conciencia.

Hay que amar el teatro como se quiere al maestro que te ayuda a vivir y hay que respetarlo como se hace con el amigo que te dice lo que uno, por sí mismo, es incapaz de ver. 

Buenas noches.