La cazatalentos (o cazafantasmas, no
sé) Aguirre pidió ayer perdón a los españoles por haber confiado
en unos golfos. El presidente Rajoy ha pedido perdón hace un rato
por lo mismo. ¡Qué hueco y qué fofo queda todo esto! Podían haber
pedido perdón por todas las reformas que han hecho en las leyes en
beneficio de los ricos y en perjuicio premeditado de todos los demás,
pero eso ni se les pasa por la mente. Han venido a servir a sus
amigos y no están dispuestos a cesar en su empeño.
Lo de pedir perdón tiene unas
connotaciones religiosas vacías, que la gente sin escrúpulos está
usando últimamente sin el menor propósito de la enmienda y como un
deseo hipócrita de quitarse de encima el muerto para seguir haciendo
lo mismo. Es como el jovencito que está jugando al fútbol en un
espacio público, le da un balonazo a un transeúnte, le pide perdón,
pero sigue jugando.
Que el multicargado Granados era un
pájaro lo sabía cualquiera que lo hubiese oído hablar o que lo
recordara de la comisión que juzgó el 'tamayazo'. Yo no hubiese
confiado en él ni de lejos. Al parecer, en Valdemoro, de donde fue
alcalde, todos sabían quién era el tal. ¡Cuánto más debería
saberlo la presidenta del partido en Madrid y el presidente nacional
del partido! ¿A qué viene ahora aparentar una sorpresa adornada de
lamentos?
Estos tipos siguen tratándonos como si
fuéramos tontos y creen que su hipocresía le vale a cualquiera. Si
tan conpungidos están por el daño que se ha hecho siendo ellos
responsables, que sean consecuentes. El perdón es un concepto
religioso que les valdrá para no condenarse. En la sociedad civil,
el perdón no vale para nada. Lo único que tiene sentido democrático
es la dimisión.
Buenas tardes.