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jueves, 27 de mayo de 2010

Dónde la belleza


Estoy sentado en el tren. Observo por la ventana la belleza del paisaje, el verde vivo de la primavera, el amarillo juvenil de las flores que han nacido sobre la alfombra verde del campo, la silueta de unos árboles señoriales, con el poso de sus años enraizado en toda su anatomía, el cielo azul, limpio, dominante. Mientras oigo por los auriculares la belleza de El pájaro triste, de Mompou, tocado al piano,veo la belleza infinita de la pierna de la pasajera del otro lado del pasillo, enfundada en unos vaqueros que le resaltan la forma grácil, serena, rebosante. Contemplo la belleza de la mano del pasajero del asiento de delante, a la derecha, que lee unos apuntes de medicina sobre “Potenciales evocados”. Miro la belleza del hombro de su acompañante, que lo deja ver en el lado izquierdo de la butaca porque el ancho escote de su camiseta le cae por el comienzo del brazo. Un hombro no excesivamente carnoso, pero que se aleja levemente del canon de la talla 38. Disfruto con la silueta del puente del Centenario, porque voy pasando por Sevilla. Rememoro la belleza infinita de Sevilla, tan completa, tan pegada siempre a tus sentidos, tan vitalmente excitante en cada momento, que parece imposible que pueda existir algo así. Recuerdo la belleza de los vinos de anoche, todos ellos de la provincia de Cádiz, con el mesonero ofreciendo información interesante junto a unos quesos variados y espléndidos y en el marco de una decoración no excesivamente sorprendente, pero de una calidad indudable.

Me siento inundado por la belleza, pero ¿dónde está la belleza? ¿Está ahí fuera y yo me dejo arrastrar o es que yo transformo en belleza lo que veo? ¿Hoy el mundo está bello o es que yo estoy propicio para considerar como bello lo que veo?



martes, 29 de septiembre de 2009

Candados


Otra vez el todo vale. O la ignorancia de lo que se tiene entre manos. O la falta de respeto. O la ordinariez. O el no saber que hay que seguir normas. O el creerse que están solos en el mundo. O que nadie les ha enseñado a razonar. O todo junto.

Se acostumbraron a hacer pintadas en donde les daba la gana y nadie les dijo nada. Ahora se les ha ocurrido proclamar su mutuo amor eterno hasta que se separen colocando un candado en el Puente de Triana, en Sevilla, que, además de ser un monumento BIC, esto es, un Bien de Interés Cultural, es algo que no es suyo, sino de todos los sevillanos y de toda la humanidad. La moda está en que las parejitas vayan al Puente y lo infesten de candados. No saben ni qué es un bien –lo cual es lo más grave de todo-, ni en qué consiste tener interés, ni qué es la cultura, cosa que quizás sea ya demasiado pedir. Sólo saben que se lleva lo del candado y que hay que poner un candado y que por qué no voy a poner yo un candado donde me salga de donde me tiene que salir, coone.

El Ayuntamiento parece que ya ha reaccionado y va a quitar los candados cada quince días. En la red social Tuenti el asunto está que arde y se ha creado un blog

http://trianasincandados.blogspot.com

que ha lanzado una campaña en la que se sugiere al del candado que invite a su amada a pescaíto frito y que se deje de hacer el capullo incívico.


El lema no puede ser más claro y, además, tiene su gracia.