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viernes, 9 de febrero de 2024

La nueva naturalidad

 



-Yo hago lo que me da la gana, ni más ni menos. No acepto que nadie me dé órdenes, sobre todo si no lo conozco. Me visto como me da la gana, y a quien no le guste que se joda. A veces alguien me da la vara con las normas. No existen las normas. Eso que llaman normas no son más que maneras de quitarle la libertad a las personas y de esclavizarlas. Te lo repito: yo hago lo que me da la gana, porque yo soy lo más importante, lo único importante. ¿Por qué le voy a ceder el paso yo a nadie en una acera, o a un peatón cuando quiere cruzar un paso de cebra? Somos individuos, y cada uno va a lo suyo. Hay gente que se molesta con nada: con una risotada, con un grito o con la música alta. Me da igual. Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana. Bastante es tener que aguantar que no pueda fumar en donde me apetezca. Soy libre y nadie puede quitarme mi libertad. La gente no sabe el gusto que da hacer lo que a uno le apetezca en cada momento. La gente es muy antigua y, además, muy artificial. Hay quienes no parecen seres humanos, sino robots que cumplen reglas estúpidamente. Les diría que descubrieran la nueva modernidad, la nueva naturalidad, pero no se lo digo. No son más que unos viejos con pocas ganas de vivir y con poco futuro. Que les den. -me dijo.

-¿Y tú qué le dijiste?

- Nada. Bastante tiene con elegir vivir y morir solo.


viernes, 17 de noviembre de 2023

Pero se divertía mucho

 

Deber, de Edmund Leighton. 
Imagen tomada de Wikipedia.


Creía que podía hacer siempre lo que le apeteciera. Ni sospechaba que en muchos momentos tenía que hacer lo que debía hacer. La noción del deber como la respuesta humana a la presencia de otras personas en su vida no la entendía. Nadie le explicó la necesidad del respeto, de la libertad de todos, de la empatía, de la generosidad o de la igualdad. Había llegado a ser ingeniero, pero ni la educación ni la cultura habían pasado por él. Estaba en estado natural. Creía que ya se nace siendo un ser humano y no se daba cuenta que el ser humano se va haciendo a lo largo de toda la vida, que se necesita mucha reflexión, mucho descubrimiento de las relaciones que nos unen indisolublemente con los otros, muy poco individualismo y mucha generosidad. En el fondo se sentía solo, pero se divertía mucho.

jueves, 27 de agosto de 2020

Tribus



Unos pocos intentan enterarse de cómo funciona en realidad este mundo y del criterio que es mejor emplear para crear una sociedad humana que sea buena y en la que quepamos todos. Leen, escuchan, estudian, cuidan su mente, refinan sus modales, perfeccionan los valores que han aprendido y desean convertirse en seres a los que se les pueda llamar verdaderamente humanos.

Otros muchos aspiran a la uniformidad de la masa. Visten todos con un estilo parecido, cuidando que por sus apariencias no les asocien con un mundo antiguo. Su lenguaje está formado por un número reducido de palabras, más allá de las cuales no entienden nada. Hablan a gritos, ríen de manera estentórea, su gran preocupación es divertirse a toca costa, llevan el móvil como una extensión de su organismo y no soportan una vida sin ruidos, porque el vacío les causa horror. Cuando a alguno se le desinfla el alma durante un rato, resucita con algún rito primitivo y se reintegra de nuevo a la tribu.

Siguen un patrón adolescente que les dura, al parecer, toda la vida, y que todos aspiran a integrar en su existencia. Es un modelo básico de uniformidad del que no salen porque no sabrían cómo hacerlo. Tienen clara la idea de individuo, pero no la de ser humano. Como individuos, quieren destacar en el grupo, pero sin salirse de él. No lo hacen con el pensamiento, porque no han sido entrenados para esa labor.

Ellas lo suelen hacer con el cuerpo, al que consideran como su arma más eficaz para significarse a través del concepto machista de belleza, del que no saben que participan. Muestran el cuerpo sin ese pudor ñoño de generaciones anteriores, se lo tatúan siguiendo una estética simple, de la que posiblemente sus hijos se avergüencen, y sin pensar que toda la vida no es lo que dura el negocio de la moda de turno. Usan cada vez más el descaro y una cierta agresividad en sus reacciones, y quieren hacer lo que les da la gana como si el mundo se fuera a acabar.

Ellos optan por la fuerza, por la potencia, por la chulería, por lo que consideran más llamativo. Intentan que la vida sea una continua risotada, beben de manera chulesca, fuman lo que les place y en donde les peta, y han logrado separar sin traumas el sexo del amor, para quedarse con el placer como valor supremo.

El único criterio que parece que entienden todos es que tienen que hacer siempre lo que les apetece. Los demás existen, pero como si no existieran. Conceptos como el respeto, no molestar, cumplir las normas, ver las consecuencias para los demás de lo que uno hace o no tratar a gritos a quien intenta defenderse de los efectos de sus actos no tienen gran importancia en sus vidas. El deber no tiene cabida en sus mentes, solo los apetitos. El pensamiento ha caído ante el impulso de los sentidos.

Vinieron a este mundo sin ser llamados y fueron abandonados pronto sin el alimento necesario de la educación. Vagan por el mundo como si estuvieran solos. Hacen lo que les pide el cuerpo, pero sin saber lo que hacen. No quieren caer en las redes del esfuerzo, pero tampoco en las de la explotación, en la que terminan cayendo. La diversión es la forma primordial de huida, porque la integración en esta sociedad les resulta difícil. Exigen a quienes los han traído a este mundo que los mantengan y alargan su etapa de dependencia todo lo que pueden.

Cuando las cosas se ponen difíciles y se les pide una respuesta exigente no siempre están dispuestos a ofrecerla. Algunos incluso se niegan, porque para ellos los demás no representan nada y cualquier salida que signifique un endurecimiento de la vida no están dispuestos a tomarla. Lo que no les apetece es como si no existiera. La razón, la moral, el sacrifico, la comunidad, el bien común, la democracia y el respeto no son más que chorradas.

martes, 18 de agosto de 2020

Lo que les apetece



No es que tengan mala intención. No se trata de un deseo consciente ni voluntario de causar el mal. Los actos absurdos que se les ve hacer y los disparates que van dejando a su paso con tanta frecuencia más parece que se deben a la educación que han recibido o, quizá, a la que no han recibido.
Educar a alguien, tenga la edad que tenga, para que pueda vivir en sociedad como un ser humano consiste en decirle con claridad lo que tiene que hacer y, a la vez, explicarle con igual claridad las razones por las que debe tener ese comportamiento. Si esto no se da, lograremos, en el mejor de los casos, convertirlo en un autómata que se ha acostumbrado a realizar ciertos actos mecánicamente, pero sin saber por qué los hace ni el sentido que tiene hacerlos.
En el momento actual, desgraciadamente, lo más habitual es que los comportamientos sociales se copien sin más. Muchas personas que no han alcanzado la madurez, aunque tengan muchos años, hacen lo que ven, lo que practican los de su grupo más cercano, lo que parece dictar la moda. Son adolescentes de diversas edades.
El problema está en que no se puede vivir en una sociedad humana si sus miembros no son conscientes de lo que hacen, de las consecuencias que eso tiene para sí mismos y para los demás, de lo que podría ocurrir si todos hicieran eso que están haciendo, del poco respeto que ponen en práctica.
Lo que hace que una persona esté formada y actúe como un ser humano es la costumbre de pensar en todos estos factores antes de actuar, pero, lamentablemente, en nuestra sociedad eso no lo veo. El único criterio que observo en lo que se les dice a los niños y en lo que hacen muchos de quienes ya no son niños es el del apetito. Cada vez hay más costumbre de hacer solamente lo que a uno le apetece, no lo bueno, lo conveniente o lo necesario, sino lo que apetece. Si molesta o no, si respeta o no, si destruye o no, si se hace daño o no, es algo que preocupa poco. Ni siquiera el ridículo parece frenar a estos adolescentes deseosos de dar rienda suelta a sus apetitos, muchos de los cuales llegarán a la vejez sin haber pasado por la madurez.

domingo, 1 de julio de 2018

Buenas noches. ¿Qué hacer?




“No sé qué hacer. Puedo ponerme a pensar sobre este mundo en el que estoy. Sé que entonces voy a darme cuenta de cómo están las cosas, de que esto no es más que unas docenas de flores preciosas plantadas en medio de un charco de aguas podridas. O puedo no pensar y dejarme llevar por lo que me apetezca, por lo que me convenga o por lo primero que me venga a la mente. Así me convertiría en uno más de esa inmensa mayoría de seres con aspecto humano que proliferan por todas partes. Seguramente, tras un periodo de adaptación, sería uno más, pero sufriría menos. No sé qué hacer” —me dijo. 

Buenas noches.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Buenas noches. Lo que veo / y 3



Si a esta sobrevaloración de los sentimientos, en detrimento de una razón que analice la realidad y que nos dé argumentos para explicarnos lo que ocurre, le añadimos el lema que con tanto éxito ha instaurado entre nosotros el neoliberalismo dominante, eso de que 'Todo vale', la mezcla resultante es tremendamente eficaz para desintegrar una sociedad que pueda resultar humana e ilusionante.

Te sugiero que analices desde este punto de vista cualquiera de los fenómenos que ocurren en el panorama político mundial y español. Intenta leer buena prensa y escuchar buena radio, a ver si encuentras alguna 'razón' que explique cualquiera de las medidas que está tomando Trump. Haz lo mismo con King John-un, o con las medidas económicas restrictivas tomadas en España y en otros países y sus terribles resultados, o con las medidas que toman por su cuenta Rajoy y los de su cuerda, o con los sucesivos y ruborizantes apoyos de ciertos votantes a partidos políticos podridos por la corrupción hasta las trancas, o con las inauditas actuaciones de ciertos independentistas en Cataluña, o con cualquier fenómeno que se te ocurra. Yo no veo racionalidad por ninguna parte y sí observo, en cambio, una exaltación de sentimientos, de apetitos, de deseos o hasta de obsesiones. Y como nadie entre nosotros se preocupa de que pensemos, de que analicemos y de que argumentemos racionalmente nada, tendemos a reproducir lo que vemos y nos vamos dejando llevar poco a poco por nuestras apetencias, por lo que sentimos o por lo que vemos, sin que preguntas como ¿por qué? ¿cómo? ¿está justificado? ¿qué consecuencias tendrá? o ¿y después qué? nos aparezcan en la mente y nos empujen a intentar contestarlas.

Fíjate, si te parece, en el estilo que muestran los grandes espacios de la televisión, en el papel que ocupan en la sociedad el fútbol y los deportes mayoritarios, en la evolución de los planes de estudios, de los que desaparece cualquier materia que nos invite a pensar. Quieren exaltar nuestros sentimientos, quieren que suframos, que nos emocionemos, que nuestros apetitos estén siempre alerta, que situemos la apariencia sensible por encima de cualquier otro criterio, pero no quieren que pensemos, no sea que nos empecemos a explicar lo que ocurre y algún día intentemos cambiar de verdad el mundo. Son malos tiempos estos para el ser humano y para la racionalidad.


Buenas noches.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Buenas noches. Lo que veo / 2



Decíamos ayer que la razón, que aporta argumentos, está en horas bajas y que, en cambio, importan más, a la hora de conocer y de actuar, otras instancias, como los sentimientos, las emociones, los deseos o las apetencias.

Recordaba yo esto hace algún tiempo cuando observaba la reacción más frecuente en nuestra sociedad cuando se da un lamentable caso de violencia de género. Afortunadamente sigue habiendo entre nosotros algo de sensibilidad para condenar estos casos y para situarnos en contra de maltratos, asesinatos y demás actos inhumanos derivados del machismo que tiñe las estructuras de nuestra convivencia. Y digo 'algo' de sensibilidad porque las reacciones suelen ser tibias, nada multitudinarias y como si a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas no les afectara demasiado la cuestión.

Lo que no entiendo es el criterio que se sigue cuando se juzgan estos actos y cuando se reacciona frente a ellos. La solidaridad con las víctimas y el lamento público por estos hechos me parecen muy importantes, pero creo que lo sería aún más si insistiéramos con fuerza en la condena del machista que realiza estos actos violentos, que explicáramos a la sociedad por qué no se debe actuar así, que analizáramos los indicios que barruntan la existencia de un machista cerca de nosotros y que cada vez que se emite una sentencia que condene a un machista, se dé a conocer y se divulgue el nombre del individuo que ha actuado de manera tan brutal. Me parece que en nuestra manera actual de reaccionar hay una maniobra muy peligrosa y que, en el fondo, le hace el juego a los machistas. Se trata de un incomprensible cambio de protagonismo. Quien verdaderamente causa un acto de violencia de género, quien debe ser señalado por la sociedad y quien merece que concentre nuestra repulsa y nuestra crítica es el machista. Él es el protagonista. Pero, en lugar de esto, se le da absurdamente el protagonismo a las víctimas, se publican sus nombres, nos lamentamos por su desgracia, nos solidarizamos con ellas, damos rienda suelta a nuestros sentimientos de compasión, rabia, miedo o ira y seguimos dejando sin explicar racionalmente qué es lo que ha ocurrido, qué cuidados hay que tener con ciertos hombres y qué es lo que puede mover a estos a actuar como lo hacen. Me imagino a los machistas contemplando orgullosos el espectáculo, sintiéndose cada vez más fuertes, porque nadie lucha eficazmente contra ellos y porque todos desviamos la mirada, y sin entender nada de por qué ni sus comportamientos ni sus ideas pueden calificarse como humanos.

El resumen de la situación me parece que es algo así como que lo sentimos mucho, que lloramos mucho la desgracia, pero que no analizamos nada y que luego nos vamos olvidando pronto del caso, porque el mundo va a toda velocidad y en seguida aparece una novedad que nos llama más la atención. Engrandecemos sentimentalmente a las víctimas y nos centramos en ellas, con lo que el machista queda a salvo de cualquier crítica. Pero con mucho sentimiento y con poca racionalidad no creo que podamos establecer una estrategia eficaz en la lucha contra el machismo, que es lo que en la realidad está ocurriendo.

Buenas noches.


domingo, 4 de junio de 2017

Buenos días. Osadía 135



Atrévete a hacer la operación de confrontar tus apetitos con tu razón. 

Buenos días.


lunes, 13 de marzo de 2017

Buenas noches. No es posible



Si un ignorante brutal que desconoce lo que se sabe de la realidad, si un tipo con una escasa formación humana y moral, si un caprichoso machista, racista y xenófobo, si un adicto a la televisión que no tiene por costumbre leer, si un amante de las guerras y del dinero ha llegado a ser presidente de ls Estados Unidos de América, ¿cómo quieres que este chaval, perdido en una selva sin salida visible, desprovisto de cualquier mecanismo mental que le ayude a pensar con corrección, sin el menor sentido de lo que es una norma y sin conciencia de que existe un deber moral, sin más carga que sus apetitos y sus deseos, que quiere satisfacer ya mismo, intente estudiar, formarse o invertir en su futuro? 

Buenas noches.

lunes, 13 de febrero de 2017

Buenos días. Osadía 24


Atrévete a no hacer lo que te apetece, sino lo que deberías hacer. 

Buenos días.


lunes, 2 de noviembre de 2015

Buenas noches. Amor 9



Nunca frenes tu amor. 
Si por algún motivo que te duela, quieres frenar algo, frena tus apetitos, pero no frenes el amor, porque frenarás la vida y no hemos venido a este mundo a eso. 
Buenas noches.


martes, 1 de julio de 2014

Buenas noches. Libertad




El viento no es libre: cumple fielmente todas las leyes de la naturaleza. Quien puede ser libre es el ser humano, si es capaz de cumplir las leyes racionales que le da su moral. Si está esclavizado a sus apetitos, a sus deseos o a sus caprichos y no puede actuar como le dice su razón, no podrá ser libre. Buenas noches.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Mirando por la ventana. Embrutecimiento




Hay ciudadanos que se están embruteciendo en gran número y a gran velocidad. Unos consiguen un embrutecimiento activo, como si lograrlo fuera su meta e hicieran todo lo posible por conseguirla cuanto antes. Otros adquieren un embrutecimiento pasivo, consecuencia de no hacer nada por conquistar su humanidad. Nadie los educa, nadie les dice lo que deben hacer ni lo que no se puede hacer ni por qué. Siguen pautas instintivas, se guían por los apetitos y son incapaces de pensar como los seres humanos. Esto ocurre en todas las edades y en todos los estratos sociales.  

viernes, 26 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Autonomía




La Ilustración proponía la autonomía del ser racional, esto es, que éste fuera capaz de darse a sí mismo, mediante la razón, sus propias normas, sin tener que obedecer a ninguna instancia exterior. El ser humano político, que tiene que obedecer las consignas de su partido, es un prototipo de ser no autónomo. El ser humano religioso lo es más aún, puesto que la fuente de su obediencia tiene carácter absoluto y vive, además, con la constante amenaza de una condena eterna si la desobedece. Pero el ser no autónomo más lamentable de todos, el que se aleja más de la racionalidad humana y se acerca más a la vida puramente animal es el que se da a sí mismo sus normas basándose exclusivamente en sus apetitos, sin que se le ocurra siquiera pasar levemente por la razón sus decisiones.