Nunca dejamos de ser niños. Aunque
crezcamos. Aunque parezca que maduramos. Aunque ocupemos un lugar
eminente en la sociedad. Aunque vayamos a morirnos pronto.
Nunca
dejamos de ser niños. Siempre necesitamos a alguien que nos ayude a
vivir. Siempre dudamos de nuestras ideas, de nuestros valores, de la
idoneidad de nuestros actos. Siempre hay en nuestro interior un vacío
que llenar, una impotencia, una incapacidad, una necesidad que
cubrir.
Nunca dejamos de ser niños. Somos niños cuando creamos,
cuando improvisamos, cuando reímos, cuando lloramos, cuando
mentimos, cuando gozamos, cuando deseamos, cuando nos equivocamos,
cuando dejamos que el corazón galope, cuando nos sobrecoge la
belleza, cuando nos hiere y nos entristece la pobreza, cuando nos
asalta la poesía, cuando se apodera de nosotros la música, cuando
el arte nos hace sentirnos insignificantes, cuando tenemos humor.
Especialmente somos niños cuando amamos y nos emocionamos con la
generosidad, con la ternura, con lo irresistible del amor. Somos
niños cuando una caricia nos estremece, cuando un beso nos
reconforta, cuando un abrazo nos convierte en el centro del mundo,
cuando el placer nos gana la partida, cuando la piel se convierte en
la clave de la vida.
Nunca dejamos de ser niños. Quien crea que ya
no es un niño es que nunca supo lo que es un niño.
Buenas noches.