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miércoles, 9 de marzo de 2016

Presentación de 'El más hermoso de los milagros y otros cuentos de mujeres'



Volvíamos a casa en el autobús y en una de las paradas se subió una de las alumnas más guapas, más simpáticas, más capaces y más desastrosas que tuve en los últimos tiempos. Lamentablemente, su capacidad no la usaba para aprender, sino para convertir la clase en un evento gozoso para ella, al que era difícil sacarle un rendimiento aceptable. Sigue siendo tan encantadora.

-Hola, profe. Dame un abrazo. ¿Qué tal? ¿De dónde vienes?

Ella no sabía que esa pregunta tan cateta me sienta a mí como un tiro, pero en esta ocasión no opté por darle la sabia y desconcertante respuesta que me enseñó a dar mi amigo el poeta Ángel Guinda: ¡Imagínate! Esta vez me pareció más conveniente decirle la verdad.

-Vengo de la presentación de un libro. Ha sido un acto estupendo.
-Jo, profe, es que no paras. ¿Nunca estás en casa sentado en el sofá viendo la tele?
-Pues no, no se me ha perdido nada allí y no suelo hacerlo.

El acelerado ritmo de conversación de esta chica impedía darle demasiadas explicaciones y había que conformarse con dejarle caer pequeñas dosis de cosas nuevas para ella, por si con alguna había suerte y podía pensar algo. Así que pronto tuvimos que cambiar de tema.

Es verdad que paro poco en el sofá de casa. Cada vez estoy más convencido de que hay que salir a buscar la vida, porque la vida no va a venir a casa a buscarme a mí ni a nadie. En cierto modo la vida está en la mente de cada uno de nosotros, pero esa vida interior es como una cuchara, que si no se llena con lo que encontramos ahí fuera, de poco vale tenerla. Así que hay que salir al mundo a encontrar la vida y a encontrarse.

Y ayer el mundo me ponía por delante la presentación del libro de Paz Martín-Pozuelo, 'El más hermoso de los milagros y otros cuentos de mujeres', un libro de relatos cuya recaudación será destinada a la lucha contra la violencia de género. Iba a estar allí presentándolo mi amiga Carmen Arche, así que me fui con la seguridad de que nada mejor iba a poder hacer.

Si se sabe mirar, la vida resulta muchas veces paradójica. No solo la vida no suele venir a buscarte al sofá de tu casa, sino que si sales a buscarla, es posible que te la encuentres en un sofá. Yo ayer me la encontré en las personas que estaban sentadas en un sofá rojo, el del Espacio Leer, de la calle Argumosa 37, en Madrid, y en quienes estaban a su alrededor. Allí apareció la vida contada, la vida que había sido vivida y que era allí revivida ante la emoción, el gozo y la espontánea participación de los asistentes.

No voy a contar lo que oí allí, porque no se trata de eso, pero sí decir que Paz Martín-Pozuelo, la autora, supo crear un clima de cercanía y de espontaneidad que dominó el ambiente desde el principio, que Carmen Arche expuso una espléndida y mesurada semblanza de la autora y de la obra, que Noemí Trujillo, la editora, contó con inteligencia lo que le había llevado a publicar el libro, y que María Alcocer supo improvisar magníficamente el relato del ambiente vital en el que se movían las historias que Paz cuenta.

¿Por qué noté yo la vida allí? Porque veía que entre las losas de lo aparente y por debajo de ellas se vislumbraba, en lo que iban contando, emociones, valores, sacrificios, gozos, recuerdos y vivencias, señales inequívocas de que lo profundo iba saliendo a la superficie, que no sólo entre las cuatro escritoras habían logrado crear un clima de espontaneidad, de naturalidad, sino que allí era fácil desnudarse el alma y mostrar, como habían hecho ellas, lo que resultaba válido, lo que merecía la pena comunicar, lo que podía hacer crecer a quien lo oyera o lo leyera y, además, lo que a cada cual le pareciera y le apareciera. Fue un magnífico rato hablando de la vida.


Me hice antes de empezar una foto en el sofá, con Carmen, sin saber yo que iba a salir de allí tanto bueno. Y luego les hice una foto a ellas dando todo lo bueno que dieron. Nada de esto le pude contar a mi encantadora alumna, porque ella cree que los sofás están para otras cosas.