Hubo una vez un hombre que se quedó
encerrado en una idea. Todos querían que saliera de ella para que
pudiera vivir con libertad, pero no había manera de conseguirlo.
Trajeron a psicólogos, psiquiatras, curas, médicos, cerrajeros,
filósofos, publicistas, políticos, charlatanes, payasos,
prostitutas, futbolistas y policías antidisturbios, pero ninguno
consiguió nada más que perder el tiempo. Lo llevaron a Lourdes, a
programas de televisión, a congresos de metafísica, a ver al papa
nuevo, a escuchar monólogos, a escraches, a manifestaciones varias,
al Congreso de los Diputados, a cuarteles y a cárceles, pero no
había manera de que saliera de la idea en la que se había
encerrado.
Un día, nadie sabe por qué, quizás
porque pasaron junto a él dos niños y, pese a que él hizo
esfuerzos por llamarles la atención, no le hicieron ningún caso, le
dio por aflojar su orgullo y salir de la idea en la que había vivido
enjaulado tanto tiempo. Ahora malvive confundido y se niega a pensar
en nada. Buenos días.