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jueves, 8 de julio de 2021

Dudo




 Universal: Algo es universal cuando se puede decir de todos los miembros de una especie, sin excepción de ninguno. Hay muy pocas características universales y la mayoría son muy evidentes.

Absoluto: Es lo que no está sujeto a ninguna condición ni depende de ningún otro elemento, por lo que existe por sí mismo. No hay nada absoluto, todo es relativo.

Definitivo: Que es firme e inamovible. No sé qué puede ser definitivo, salvo cuatro trivialidades.

Total: que lo tiene todo dentro de su especie. ¿Se te ocurre qué puede ser total?

Eterno: Que no ha nacido ni morirá. Desde luego, el amor no es eterno.

Inmortal: Que no morirá. El amor, tampoco lo es; ni tú ni yo. No tengo noticia de nada que sea inmortal.

Homogéneo: Dicho de una sustancia, en la que su composición y su estructura son uniformes. Dicho de un grupo, que está formado por elementos que son iguales. Por más que miro, todo lo veo heterogéneo.

Infinito: Que no tiene límites. Lo contrario de infinito, lo que sí tiene límites, se dice que es finito. No he percibido jamás nada infinito.

Cada vez que oigo a alguien usar en serio estas palabras o emplear estos conceptos, aunque no utilice estos mismos términos, me pongo en guardia y dudo de todo lo que dice. Y cuando alguien acepta tales palabras o tales conceptos, también.



viernes, 17 de febrero de 2017

Buenas noches. Universales


Somos seres tan minoritarios que somos únicos. Si fuéramos capaces de vivir la vida en profundidad, seríamos universales. 

Buenas noches.


jueves, 11 de octubre de 2012

Buenos días. España evoluciona




Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que España, que era una -aunque había dos-, grande -a pesar de lo cual no cabían todos- y libre -sobre todo para los que tenían poder-, se definía, por quien tenía atribuciones para definirla, como “una unidad de destino en lo universal”. Esto de la unidad -otra vez- en lo universal tenía un tufo fascista insoportable, pero volvía locos a los que profesaban la funesta manía de querer someter a los demás bajo las suelas de sus rancias ideas. Estas palabras tan solemnes -en el fondo, tan vacías- les solazaba el espíritu, les disparaba las glándulas y la hormona de la metafísica patriotera se les ponía por las nubes, hasta el punto de que se colocaban en las mismas puertas de la otra vida, aunque con los pies muy bien asentados en esta. Yo creo que lo que les atraía de todo este montaje era que lo consideraban como un negocio espiritual que les proporcionaba bienestar anímico aquí y, encima, creían que les garantizaba el acceso futuro a reinos eternos, que se supone que también estaban llenos de unidad y de universalidad, para que no desentonaran.

Pero, a pesar de todo el afán conservador que se quisieran echar sobre la brillantina estos negociantes disfrazados de hombres píos, las cosas cambian. Aunque alguien se acostumbre a volver la cara para otro lado e ir mirando de reojo, la sociedad evoluciona y las palabras van perdiendo el aire que las mantenía infladas, hasta quedarse convertidas en desechos antiguos e inservibles. Así, el negocio espiritual, que catapultaba a la estirpe española hacia el más allá, se fue transformando inadvertidamente hasta situar en el trono que antes ocupaba el espíritu, la más reconfortante y placentera materia, revestida de ganancias, dineros y prebendas encerradas en el glorioso saco del capitalismo.

De esta manera, la España que unos padres acostumbrados a mirar al sol consideraban una unidad de destino en lo universal, fue transformada por sus hijos, que no dejaban de contemplar al astro rey, pero que ya solían usar gafas de colores oscuros y cremas solares para evitar ciertos peligros, en algo mucho más eficaz, más beneficioso y más lucrativo: la marca España.

En esas estamos hoy.