Una huelga es un acto cívico de
protesta y de solidaridad. Si queremos entender lo que significa una
huelga, hay que partir del convencimiento de que la naturaleza, la
vida y el mundo son de todos, no sólo de los ricos y de los
poderosos. Los derechos, esas capacidades y posibilidades que tenemos simplemente por ser seres humanos, son también de todos, y no sólo de los ricos
y de los poderosos. Estamos viviendo una crisis que nos está
ocultando la realidad de un cambio de sociedad que sólo beneficia a
los ricos y a los poderosos. Sin darnos mucha cuenta, estamos asistiendo a
una revolución que intenta que los ricos sean más ricos y que los
poderosos tengan más poder. Y todo ello a costa de la mayoría,
especialmente de los más pobres. Se está gestando una injusticia
social de magnitud mundial que se concreta en casos individuales y
colectivos cercanos y sangrantes. Los ricos y los poderosos no
parecen entender que la igualdad forma parte también de los derechos
humanos. Ellos se han acostumbrado a mirar sólo la libertad, porque
saben que cuanta más riqueza y cuanto más poder tengan, más libertades
pueden disfrutar, pero los demás queremos, además, igualdad.
Queremos igualdades concretas y libertades concretas.
En la situación actual, tan grave y
con una gravedad tan generalizada, no cabe otra postura ética que la
de protestar. Algunos sentimos la necesidad de protestar, pero todos,
no sólo algunos, deberían ser conscientes de que hay que protestar.
A todos nos va la vida en ello. Nos están quitando los derechos y nos están cambiando la
vida y nuestro mundo y, ante eso, no podemos quedarnos quietos.
Y hay algo más. Hay mucha gente que
está sufriendo como consecuencia de esta revolución de los ricos y
de los poderosos. Hay mucha gente que lo está pasando mal. Se
resienten la educación, la sanidad, los sueldos, los precios, las
libertades... Y las personas más desfavorecidas lo acusan en mayor
medida. La solidaridad real o, al menos, simbólica con estas
personas es lo menos que una conciencia humana debe manifestar. No se
puede estar en estos momentos del lado de los ricos ni de los
poderosos, sino de los pobres y de los que están viviendo mal a
causa del desigual reparto de la riqueza y del mal uso del poder.
El 14N es una jornada de huelga de
protesta y de solidaridad en la que entiendo que deberíamos
participar todos, porque de todos es el mundo y la vida, y no sólo
de los amantes de la codicia ni de los adictos al poder. Así que,
por mi parte, ¡todos a la huelga!