Es importante tener dinero. Me refiero
a que lo tengan todas las personas. Y tener buena salud, claro. Y
estar alegres, que la alegría es mejor que la tristeza. Y que nos
quieran, aunque es más satisfactorio y más humano querer a los
otros. Pero hay algo que es más importante que todo eso, que está
en la base de todo lo demás, que es imprescindible para una vida que
se pueda llamar humana y que, desgraciadamente, va cuesta abajo en la
lista de los asuntos imprescindibles: el respeto.
¿Por qué hay que tratar a todos los
seres humanos con respeto? Esta es una pregunta cuya respuesta
debería buscar cada ser humano, pero se prefiere cada vez más mirar
para otro lado. Y como este asunto exige pensar un poco, pues razón
de más.
Apuntemos brevemente algo. ¿Por qué
obligo yo a alguien (o a algunos, o a muchos) a hacer lo que no
quieren? ¿Quién soy yo para obligar a otros? ¿Por qué trato yo a
otros (o a otras) como no quisiera que me trataran a mí? ¿Qué
importantísima cualidad tendré yo que pueda justificar ese trato a
los demás? O algo muy simple y habitual, ¿por qué puedo yo
molestar a los demás y, en cambio, no me gusta que los demás me
molesten a mí?
Kant decía que en ningún
momento se puede tratar a los demás como un medio, sino como un fin
en sí mismo. Yo no puedo "usar" al otro para conseguir mis propios fines. Y esto porque los seres humanos tienen
dignidad, tienen un valor que está más allá de
cualquier precio, y esa dignidad que tiene el otro, que está
al mismo nivel que la que tengo yo, exige respeto. Un respeto que
debe ser mutuo, pero que no puede desaparecer por que el otro no me
respete a mí. Que el otro actúe como un bruto no justifica que yo también como un bruto.
El respeto es la manifestación en la
vida concreta de la igualdad fundamental, básica, que nos une
a todos los seres humanos. Igualdad no quiere decir identidad.
Las diferencias (físicas, de pensamiento, de gustos, de
sentimientos) son perfectamente lógicas y admisibles. Las que no son
admisibles son las desigualdades de derechos, de tratos, de
oportunidades. Mantener cualquier desigualdad, cualquier privilegio,
cualquier ventaja sin que cualquier otro ser humano pueda
disfrutarlos es atentar contra su dignidad y, por tanto, faltarles al
respeto.
Si en la base de la vida humana está
la dignidad de todo ser humano, y, por tanto, el respeto, se entiende
que no podamos tratar a nadie como un medio, sino como un fin en sí
mismo. Es decir, que ningún ser humano puede usar a otra
persona, obligándola a hacer algo, para conseguir satisfacer un
deseo, un fin propio, porque no la está respetando. Estos
comportamientos no son humanos, no son racionales, no son morales.
Por eso yo no debo, por ejemplo,
obligar a una mujer a que haga lo que no quiere, porque entonces no
la estoy respetando. Por eso yo no debo hacer a los demás el daño
que no quisiera que me hicieran a mí, porque al hacer daño les estoy
faltando al respeto. Por eso yo no debo molestar a nadie, porque eso
equivale a creer que todo el mundo debe soportar lo que a mí se me
antoje, aunque no les guste, y eso es faltarles al respeto a todos.
La primera noción que debería adoptar
cualquier persona desde niño es la del respeto – y su
consecuencia, la igualdad-, y practicarla a lo largo de toda la
vida. Otro mundo mejor sería posible así.