Hay que ir siempre hacia adelante. El fin está delante y tiene que ser distinto y mejor que el punto de partida. Si no se entiende así, es muy posible que no le encontremos sentido a la vida.
Pero ir hacia adelante exige derrochar energía y eso cuesta. Puede que, para hacer acopio de fuerzas y poder construir el camino, haya que contemplar, mirando hacia atrás, en el pasado remoto o cercano, la parte buena de nuestra vida, la gente tan humana que hemos tenido la fortuna de encontrar, el cariño que hemos podido dar y recibir, las sonrisas que nos han regalado sin que las hayamos pedido, el cariño que hemos dado y el que hemos recibido, los abrazos en los que la vida nos ha hecho encajar, la solidaridad que has generado y la que han generado para ti. Siempre hay algo detrás de lo que se puede echar mano. Y si no encuentras nada, siempre, al menos, te queda la ética.