Los hombres son los que mandan. Son
ellos los que gobiernan los tiempos y los ritmos. Son los que
deciden, los que pueden tomar las iniciativas importantes. Son ellos,
porque son fuertes y porque mandan, los que deberían tener detalles
con las mujeres. Son ellos, al fin y al cabo, los que pueden hacer
con sus vidas lo que les plazca, pero …
Quizás no con estas palabras, pero con
otras parecidas, debería de estar pensando la señora, cuya vida
parecía discurrir entre la cincuentena y la sesentena, vestida de
negro hasta los pies, como lo estaban sus dos acompañantes, cuando,
con aire lloroso y lastimero repetía una y otra vez el relato de la
muerte de su marido diciendo:
- Es que no ma'esperao, es que no
ma'esperao.