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sábado, 23 de enero de 2016

Teatro: Ternura Negra



Ternura negra dista bastante de ser una obra lineal o de contar una historia simple. No es tampoco, ni mucho menos, el relato de un conglomerado de acontecimientos que produzca en el espectador una impresión oscura. En Ternura Negra todo se entiende y todo se disfruta.

Lo que ocurre es que Denise Despeyroux, su autora y directora, es una experta en contar historias utilizando diversos planos. No voy a privar a algún futuro espectador de ninguna sorpresa y por eso no voy a ser demasiado explícito, pero en Ternura Negra podemos distinguir, por lo menos, un plano actual, otro plano histórico, otro paranormal y otro tecnológico o virtual.

La obra está muy bien pensada y diseñada -creo que Denise Despeyroux es una experta en montar este tipo de relaciones múltiples- y el espectador integra enseguida todos estos planos en el hilo de la función. Hay recuerdos en este sentido, así como en el propio texto, de Carne viva, otra muy buena obra de la autora, en la que también se conjuntan situaciones diversas y se sintetizan con enorme precisión experiencias diferentes. En el caso de Ternura Negra se advierte pronto una progresiva intriga, un cierto suspense sorprendente que, junto a las frecuentes notas de humor, hacen que la obra se vea con interés y con agrado.

Los diferentes planos presentes en la obra obligan, a mi modo de ver, también al esfuerzo de los intérpretes. Joan Carles Suau, por ejemplo, tiene que hacer sucesivamente de hombre y de mujer y resuelve todo su papel con el arte que muestra siempre en los personajes que le he visto. Fernando Cayo tiene una tarea difícil que realizar, como comprobará el espectador, y la saca adelante con su enorme valía interpretativa. A Ester Bellver no la vamos a descubrir ahora. Es una actriz inteligente, versátil, capaz de cambiar de personaje con la rapidez y la eficacia que haga falta, de situarse en el plano que sea menester con una facilidad admirable, de ser Paloma, María Estuardo o Paloma en trance y de hacer creíble una declaración de amor a través de Skype.

Ternura Negra es una obra que, con una aparente sencillez de medios, detrás de la que hay una creación sistemática y compleja, entretiene, divierte y muestra la historia de la singular reina de Escocia que fue María Estuardo. Y -esto me parece de especial interés- muestra cómo puede ser una obra de teatro de calidad hoy, en el siglo XXI, sin salirse demasiado de una puesta en escena tradicional, pero sin quedarse tampoco en ella.

Actualmente se representa en la Sala Mirador, calle Dr. Fourquet, 31, de jueves a sábados, a las 20 horas, y los domingos, a las 19:30. Estará hasta el 7 de febrero.





sábado, 25 de abril de 2015

Teatro. Ternura Negra



Ternura negra dista bastante de ser una obra lineal o de contar una historia simple. No es tampoco, ni mucho menos, el relato de un conglomerado de acontecimientos que produzca en el espectador una impresión oscura. En Ternura Negra todo se entiende y todo se disfruta.

Lo que ocurre es que Denise Despeyroux, su autora y directora, es una experta en contar historias utilizando diversos planos. No voy a privar a algún futuro espectador de ninguna sorpresa y por eso no voy a ser demasiado explícito, pero en Ternura Negra podemos distinguir, por lo menos, un plano actual, otro plano histórico, otro paranormal y otro tecnológico o virtual.

La obra está muy bien pensada y diseñada -creo que Denise Despeyroux es una experta en montar este tipo de relaciones múltiples- y el espectador integra enseguida todos estos planos en el hilo de la función. Hay recuerdos en este sentido, así como en el propio texto, de Carne viva, otra muy buena obra de la autora, en la que también se conjuntan situaciones diversas y se sintetizan con enorme precisión experiencias diferentes. En el caso de Ternura Negra se advierte pronto una progresiva intriga, un cierto suspense sorprendente que, junto a las frecuentes notas de humor, hacen que la obra se vea con interés y con agrado.

Los diferentes planos presentes en la obra obligan, a mi modo de ver, también al esfuerzo de los intérpretes. Joan Carles Suau, por ejemplo, tiene que hacer sucesivamente de hombre y de mujer y resuelve todo su papel con el arte que muestra siempre en los personajes que le he visto. Fernando Cayo tiene una tarea difícil que realizar, como comprobará el espectador, y la saca adelante con su enorme valía interpretativa. A Ester Bellver no la vamos a descubrir ahora. Es una actriz inteligente, versátil, capaz de cambiar de personaje con la rapidez y la eficacia que haga falta, de situarse en el plano que sea menester con una facilidad admirable, de ser Paloma, María Estuardo o Paloma en trance y de hacer creíble una declaración de amor a través de Skype.

Ternura Negra es una obra que, con una aparente sencillez de medios, detrás de la que hay una creación sistemática y compleja, entretiene, divierte y muestra la historia de la singular reina de Escocia que fue María Estuardo. Y -esto me parece de especial interés- muestra cómo puede ser una obra de teatro de calidad hoy, en el siglo XXI, sin salirse demasiado de una puesta en escena tradicional, pero sin quedarse tampoco en ella.

Tienen este fin de semana y el próximo para verla en LaZonaKubik, en Madrid. El día del estreno la sala estaba llena y todos aplaudimos con ganas.