Necesitaba volar y volé. Allá por las
alturas disfruté del aire fresco de la mañana, de la brisa suave
acariciándome el cuerpo, del aire limpio, de la visión a gran
escala, de la libertad. Lamentablemente, cada poco tiempo tenía que
volver a la tierra para descansar y entonces me volvía a abrumar el
insoportable olor a podrido de siempre.