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martes, 11 de septiembre de 2012

La Luna y el dedo




Si no se usa el dedo para señalar la Luna, es posible que nuestro acompañante no vea la Luna.

Hay veces que hay cosas más interesantes que ver que la Luna.

Hay también dedos, retorcidos por el reuma o por un alma ya retorcida por el tiempo, que apuntan muy mal y uno no acaba de ver dónde están ni la Luna ni aquello a lo que dicen apuntar.

Está luego el imbécil, que, según los chinos, se queda mirando el dedo cuando se le señala la Luna. 

Decidir si hay que mirar la Luna o alguna otra cosa es asunto muy difícil y, por lo que se ve, suele estar en manos de los menos dotados para ello.

Determinar con qué dedo señalamos lo que hay que ver, en qué momento lo hacemos y de qué forma señalamos mejor, para que nuestros acompañantes terminen viendo lo que tienen que ver, es necesario, pero depende en tanta magnitud de los acompañantes, de sus situaciones concretas y de sus cambios, que difícilmente se podría prescribir de antemano y de manera universal.

Pero siempre hay un tipo desocupado, al que le importa un bledo la Luna y que no sabe nada de señalamientos, de direcciones ni de sentidos, que tiene la irrefrenable manía de estar siempre mirando los dedos y haciendo lo posible por que estén como a él le gusta que estén.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Empieza el curso




Comienza otro curso escolar. Tal como está todo el sistema educativo, tan destrozado y tan lleno de carencias, creo que existe el riego de que cada vez los alumnos se adormezcan más, entiendan menos, no aprendan a ser críticos y no alcancen el nivel de desarrollo como seres humanos plenos al que tienen derecho. El dinero y los poderosos sólo miran a los ricos. Los demás, según el plan, deben ser dóciles, obedientes, sordos, mudos e ignorantes.

Pero tú, profesor, profesora, no tienes por qué aceptar este camino degradante que nos imponen. Estás en malas condiciones laborales, profesionales y, probablemente, anímicas, pero procura que esto no sea una excusa. Te invito a que te mantengas despierto y a que intentes despertar a los compañeros, a los alumnos, a los padres, a todo el que puedas.

No te olvides de que a pesar de la lata que dan y del poco interés que tienen hoy, en general, los alumnos, lo que tienes en clase es un grupo de seres humanos, un conjunto de personas. No generalices, porque cada uno de ellos es un mundo. Cada alumno, cada alumna es un futuro por construir, en el que tú, desde el presente, tienes mucho que decir.

La enseñanza está llena de problemas de todo tipo, pero -piénsalo, te lo ruego- lo verdaderamente importante son los alumnos, cada uno de los alumnos. El mundo de la enseñanza tiene que girar alrededor de cada uno de los alumnos. Si no estás convencido de esto, no creo que le veas mucho sentido a lo que hagas. A lo largo del curso tendrás que tomar un montón de decisiones, en el aula y fuera de ella. Nunca te olvides, por favor, de que lo importante son los alumnos, no los profesores, ni el inspector, ni la administración ni ninguna de las circunstancias adversas, sino los alumnos.

Lo que la sociedad le pide hoy a un profesor creo que es que sea un buen profesional y que ayude a construir personas que puedan vivir en un mundo democrático. No te excuses diciendo que tú eres de ciencias o que son los padres los que tienen que educar. Esto último es verdad y habría que hablar mucho de este problema, pero procura ser consciente siempre de una cosa. Puede que emplees mucho tiempo en explicar un teorema o en que entiendan la idea de justicia de Platón, pero de ambas cosas probablemente se olvidarán. Lo que recordarán muy bien será el estilo humano del profesor, la manera en que los trataste, la visión del mundo que sin darte cuenta les mostrabas, porque es en la que creías. Tienes que ser delante de ellos una persona con valores humanos, sociales y democráticos. Eso es lo que hace grande y, a la vez, difícil la labor del profesor. Los alumnos no son tornillos ni pollos de corral, sino personas. Y tú también eres una persona. En un aula, se quiera reconocer o no, no hay profesores y alumnos, sino personas.

Desde una sociedad compleja, maltratada, dormida y muy necesitada, aunque un buen número de ciudadanos no lo sepa, me atrevo a pedirle desde aquí a los profesores, tan maltratados, pero tan necesarios, que sean personas, verdaderos seres humanos, con sus alumnos para conseguir que los alumnos puedan terminar siendo personas con ellos y con todos los demás.

Mucho ánimo, mucha comprensión, mucho cariño y mucha suerte a todos.

jueves, 25 de junio de 2009

¡Que no soy yo, que eres tú!


¡Qué bueno y qué necesario es aprender! Hoy he tenido la inmensa fortuna de aprender algo que no sabía.

Resulta que a veces llego a clase y están todos muy ocupados charlando. En otros países de cultura diferente y de mayor grado de civilización, no sólo se callan los alumnos en cuanto llega el profesor, sino que incluso se ponen de pie en señal de respeto. Aquí somos más listos y no te hacen ni caso. La mayor parte de los días, transcurridos unos minutos, tengo que echarles una bronca para que se callen. Y si ese día estoy convincente, se callan.

Otras veces les entrego los exámenes corregidos, con las indicaciones que me parecen más oportunas para cada uno. Pero como hay ocasiones en que la mayoría no ha estudiado, posiblemente porque el nivel de anestesia que tienen supera la sobredosis, pues les tengo que hablar claro, a ver si se deciden de una vez a aprovechar el tiempo y procuran formarse como seres humanos. No les suele gustar que les hablen claro, pero yo creo que debo hacerlo y por eso lo hago.

Suelen estar habituados a hacer lo que les da la gana. Hay momentos en los que les tengo que aportar algo de realismo y hacerles ver que hay cosas que no se pueden hacer, que hay normas que es necesario cumplir. Tampoco les gusta.

Este mismo escrito, que intenta ser un espejo en el que cada uno pueda mirarse, por si reconoce en él algo de sí mismo, producirá en más de uno, si es que lo lee alguien, una reacción adversa.

Pero hoy me han iluminado la mente y me han dicho lo que hay detrás de esta manía mía de hacer todas estas cosas. Todos los años procuro al final del curso que los alumnos me evalúen, que me digan, de manera anónima, qué he hecho bien y qué he hecho mal. Yo no veo otra manera, no sólo de intentar ser un buen profesional, sino de vivir, que la de corregir los errores en los que uno puede caer. Por eso lo hago. Hoy he aprendido algo que no sabía, ni siquiera sospechaba. Un/a alumno/a me ha dado una explicación clarísima de lo que ocurre en las clases, me ha dado la clave de cómo debo actuar y de por qué no debo hacer en clase todo lo que cuento aquí que hago: todo se debe a que yo voy a clase estresado. Lo importante es que yo vaya a clase sin estrés. Así todo irá mejor.

Esto es la leche, por no decir otra cosa.
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miércoles, 17 de junio de 2009

Lo que está por venir


-¿Te quieres callar?
No me hizo ni caso.
-¿Te quieres callar?, le dije un poco más alto.
Siguió a lo suyo y ni se inmutó.
- Oye, ¿te quieres callar?, insistí.
Parecía como si fuera sordo o como si no quisiera oírme.
- Pero ¿te quieres callar?, le dije en un tono serio y a un volumen como para que me oyera toda la clase.
Volvió la cara hacia mí. Con una expresión de naturalidad, de evidencia teñida de una cierta sensación de molestia, me contestó:
- Es que no quiero callarme.
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martes, 16 de junio de 2009

Jubilación. ¿Júbilo?


Se están yendo.
En cuanto pueden, se van.
Los profesores se están jubilando antes de lo que preveían hace años.
No están cansados. Están hartos.
No es que hayan perdido la ilusión, es que se la han quitado.
Los han dejado solos. Nos están dejando solos.
Los padres, en general, no ejercen de padres. Están perdidos. Se pusieron a procrear, quizás por rutina, quizás porque se lo mandaba el cura, pero sin tener ni idea de en dónde se metían.
La legislación hay veces que parece que la ha hecho el enemigo un sábado por la noche.
Los políticos van arrastrando por la vida sus traumas, sus prejuicios, sus rencores, sus ignorancias o sus intereses.
Y nos estamos quedando solos.
Ayer fue José Antonio. El otro día, Ramón. Antes, muchos más. Y el comentario más oído es: “Yo, en cuanto pueda”.
Me da miedo el futuro del país. Y me da pena el futuro de tantos alumnos, a los que se diría que los han invitado a una fiesta en la que casi no hay ni comida, ni bebida. Ni siquiera música.
La mierda avanza.