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domingo, 7 de julio de 2024

La fiesta del orgullo en Madrid

 



Ayer hacía mucho calor en Madrid en la calle, pero ayer en Madrid había que estar en la calle porque era el día de la marcha del Orgullo y había que poner el correspondiente granito de arena en defensa de los derechos de las personas LGTBIQA+. Ahora es un momento importante, no solo para estas personas, sino para todos. En un mundo en el que hay casi 8.500 millones de habitantes no se le puede ocurrir a nadie, por muy fascista que le guste ser, que los demás deban hacer no lo que democráticamente se haya aprobado, ni lo que el uso común de la razón justifique que sea lo ético, sino lo que a estos militantes de la ignorancia se les ocurra. Y es lo que está pasando con los derechos humanos, con las libertades, con la igualdad y con todo lo que ha hecho que los seres humanos seamos más humanos. Por eso había que estar ayer en Madrid en la calle, pasando un poco de calor, pero sin ser indiferente a las injusticias ni a las amenazas que están renaciendo.




Lo que más me gustó de todo lo que vi fue el ambiente de respeto, de sensibilidad, de convivencia en la que cabíamos todos, de apoyo de multitud de personas heterosexuales a quienes tienen una identidad sexual, una identidad de género y una expresión de género diferentes a la propia. Eso era no defender sólo las propias ideas, sino apoyar también las de los demás. Como sucede siempre, la marcha fue un acto de solidaridad y de convivencia. Allí podíamos estar todos y de una manera civilizada.




Lo malo fue la vuelta a casa. Nada más bajarme del autobús vi que estaban sentados en un banco un grupo de chicos y chicas de alrededor de quince años. Ellos, todos vestidos de negro, y ellas, con su pantalón corto, o sea, todos de uniforme. Cuando tomé tierra, uno de los chicos le gritaba a una chica:

-Que no te enteras, hija de puta, que eso no es así.

Pensé en seguida que allí estaba de nuevo la brutalidad, la chabacanería, el machismo, la chulería inhumana, la ignorancia y la mala educación, pero pensé más en lo poco preparada que veía a la chica para lidiar con ese tipo de elementos y, en lugar de mandarlos a tomar vientos, dedicarse a tragar, a tragar lo que hiciera falta. En este país se tragan demasiadas cosas que no son razonables.