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viernes, 25 de septiembre de 2015

Buenas noches. Chinos



Cualquiera puede observar que los ciudadanos chinos, como si fueran parte de alguna divinidad, están por todas partes. Tienen la, en principio, loable habilidad de ofrecernos productos que necesitamos, pero a unas horas en las que es prácticamente imposible encontrarlos en ningún otro sitio que no sea en sus bazares o, incluso, por la calle. Si te sobreviene un chaparrón por la calle, es muy posible que aparezca un chino o una china ofreciéndote un paraguas barato. Y si tienes sed en un día de verano y no hay bares cercanos, más de un chino te ofrecerá agua, cerveza o algún refresco allí donde te encuentres.


Estaba yo días pasados en Madrid, en los alrededores del Templo de Debod. Hacía calor y había bastante gente esperando la puesta del Sol. Y bastantes chinos, también, ofreciendo algo para beber. Me llamó la atención uno de ellos. Sólo ofrecía cerveza en latas. Debía de ser de los llamados de primera generación, porque la erre no la pronunciaba, sino que prescindía directamente de ella. Además, debió de ser instruido por algún sudamericano o, quizás, por algún andaluz en cuanto al sonido propio de la ce y de la zeta, que él hacía sonar como eses. Con ello, pregonaba lo que vendía no gritando “cerveza”, sino “sevesa”, lo cual, lógicamente, se entendía por todos como que allí había un chino que proclamaba a los cuatro vientos, con cara de aburrimiento y de cansancio: “se besa”, “se besa”. Posiblemente no sabía lo que decía, pero el espectáculo era curioso.

Buenas noches.