Se acostumbraron a hacer pintadas en donde les daba la gana y nadie les dijo nada. Ahora se les ha ocurrido proclamar su mutuo amor eterno hasta que se separen colocando un candado en el Puente de Triana, en Sevilla, que, además de ser un monumento BIC, esto es, un Bien de Interés Cultural, es algo que no es suyo, sino de todos los sevillanos y de toda la humanidad. La moda está en que las parejitas vayan al Puente y lo infesten de candados. No saben ni qué es un bien –lo cual es lo más grave de todo-, ni en qué consiste tener interés, ni qué es la cultura, cosa que quizás sea ya demasiado pedir. Sólo saben que se lleva lo del candado y que hay que poner un candado y que por qué no voy a poner yo un candado donde me salga de donde me tiene que salir, coone.
El Ayuntamiento parece que ya ha reaccionado y va a quitar los candados cada quince días. En la red social Tuenti el asunto está que arde y se ha creado un blog
http://trianasincandados.blogspot.com
que ha lanzado una campaña en la que se sugiere al del candado que invite a su amada a pescaíto frito y que se deje de hacer el capullo incívico.
El lema no puede ser más claro y, además, tiene su gracia.