Es una desgracia muy lamentable la
muerte del futbolista José Antonio Reyes. También lo son las
muertes de personas poco conocidas en accidentes de carretera, como
lo es cualquier muerte. Pero el hecho de que se trate de un personaje
famoso no nos debe ocultar las circunstancias en las que ha ocurrido
tan desagradable suceso. Al parecer, conducía un coche de alta gama
a 237 km/h.
Creo que cualquier persona sensata debe
reflexionar sobre este hecho. Las normas están para cumplirlas. Sé
que esto no entra fácilmente en todas las mentes de hoy, pero es
así: las normas, de todo tipo, están para cumplirlas.
Las normas jurídicas, las que
aparecen en los diversos códigos existentes en la sociedad, no
responden a ningún capricho de un desocupado que le da por
fastidiarnos con sus ocurrencias, sino a la prudencia y a la
racionalidad de una sociedad formada por seres humanos maduros que deciden
que para preservar el bien común es necesario cumplir esas normas.
Las normas morales, las que nos damos a nosotros mismos
después de razonar suficientemente nuestra situación en el mundo,
nos obligan también, porque así nos lo dice no
otro, sino nuestra propia razón.
No nos podemos saltar la norma de
ir a menos de 120 km/h ni siendo famoso ni dejando de serlo. Si está
ahí es porque hay alguna razón, y hay que cumplirla. En todo caso,
si José Antonio Reyes -o cualquiera- tiene el capricho de estrellarse a esa
velocidad, que lo haga, pero sin molestar a nadie ni a nada. El
problema que hoy no se mira es que podía haber tenido consecuencias
-como las tuvo para sus acompañantes- que afectaran a peatones o a
alguien que estuviera por allí.
Quien no cumple las normas no muestra
ningún respeto por la vida de los demás. Cualquier persona que
conduzca, aunque sea un simple patinete, debería reflexionar muy en
serio sobre este suceso.
Buenas noches.