Madrid huele mal. No se sabe si el mal
olor procede de las basuras esparcidas por la capital hace ya una
semana o porque se concentra ahí el procedente de las
administraciones de casi toda España. La señora que ocupa la
alcaldía, doña Ana Botella, la esposa del señor Aznar,
expresidente del Gobierno, ha dejado en manos de la empresa privada,
con la que externalizó el servicio, y de los sindicatos la solución
del conflicto, si bien el Ayuntamiento que ella rige cobra
religiosamente las tasas correspondientes. La señora Botella,
asumiendo plenamente el modelo rajoyniano de estarse quieto para
salir bien en la foto, no hace nada, salvo quitarse de encima
burdamente las acusaciones que le vienen de todas partes, incluido el
extranjero. La señora Botella tiene ya demostrada sobradamente su
incapacidad, y si la dignidad fuera una de las cualidades que
adornasen su personalidad, ya se habría ido a su casa o a donde le
pareciera bien, pero habría dejado ya su puesto en la alcaldía, en
el que se autoniega y se autoelimina, mostrando que no hacer nada es
su única función de regidora.
La incapacidad y la irresponsabilidad
de la señora esposa de Aznar ya han quedado manifiestas en varias
ocasiones, pero tales cualidades deben ser extensibles, para ser
justos, a quienes pusieron en ese puesto a tal aficionada al
ejercicio del poder. Así, el señor Gallardón, actual ministro de
Justicia -¡otro horror!- y conocido derrochador máximo del reino,
que dejó sin dinero a la ciudad para varios años, fue el que la
situó en su lista electoral en el número dos, que, como todo el
mundo sabe, va a continuación y detrás del número uno, de tal
manera que sucedió lo que tenía que suceder, o sea, que le sucedió
en cuando el señor Gallardón tuvo la oportunidad de ascender
cumpliendo el principio de Peter, cosa que constituyó un suceso muy
feo, dadas las pocas dotes que hasta entonces había mostrado la
señora del dos y la sospecha siempre presente de que ocupaba el
puesto por ser quien era y estar casada con quien lo estaba, esto es,
el señor Aznar. De manera que la responsabilidad de la señora
Botella debe ser compartida también por el señor Gallardón.
Pero tan causante del desaguisado debe
considerarse a quien la puso en semejante e inapropiado lugar como a
quienes la sostienen. Porque esta señora tiene un equipo -en
realidad, los jueces la han obligado a cambiarlo ya en varias
ocasiones, dada la calidad y limpieza de algunos de sus integrantes-
que no parece que haga nada por ayudarle a salir del agujero político
en el que se encuentra. Tan responsable es el equipo, entonces, como
la jefa, incapaces todos ellos de dar lugar a algo sensato en donde
están, salvo cobrar y privatizar, disparates que frecuentan como lo
único que saben hacer.
Y esta señora, por otra parte,
pertenece a un partido que, fiel a la consigna de su actual máximo
jefe, mira todo él para otro lado. Si tuviera que hacer un dibujo
del grupo de políticos que integra este PP que sufrimos, yo los
pondría a todos en formación militar, con la misma vestimenta, cada
uno llevando el paso a su manera, que para eso son neoliberales, pero
todos mirando no al frente, sino hacia otro lado, todos con cara de
suficiencia y quitándose displicentemente la caspa del hombro, como
símbolo de su actitud ante cualquier crítica o ante la menor
protesta. Eso sí, todos rodeados de una buena colección de policías
dispuestos a salir en su defensa en cuanto uno de ellos, muy señalado
también, diera la orden. De manera que el partido que la mantiene en
el cargo es tan responsable como ella de los desaguisados que hace y
mantiene la señora Botella.
Y, por último, sus votantes. ¿Qué
verían en ella sus sagaces votantes? ¿Sólo votaban a Gallardón?
Mal hecho. Actualmente se vota una lista, no a un cabeza de lista, y
ya se veía venir que el señor Gallardón iba a salir pitando de la
alcaldía en cuanto pudiera. Además, no se les oye protestar y tengo
la impresión de que en cuanto puedan volverán a repetir la
maniobra.
El caso es que estamos rodeados y
mangoneados por incapaces, que nos están apestando la vida,
estropeando la existencia y destrozando el país. Malos tiempos para
la lírica. Buenas tardes.