martes, 28 de mayo de 2013

Buenas noches. La belleza de la mirada





Los ojos sirven para ver. Del exterior nos llegan unos estímulos que los ojos convierten en sensaciones visuales para que el cerebro luego las entienda y nos informe de lo que estamos viendo.

Pero los ojos sirven también para mirar. La mirada es un mensaje que sale de la mente y que se dirige a través de los ojos hacia el exterior. A veces la mirada es una opinión; a veces, una pregunta; a veces, un juicio; a veces, una puñalada en el alma.

Hay miradas realmente desagradables de contemplar o de sufrir: la mirada de un bobo que parece que no ha visto nunca un ser humano; la mirada del sucio machista que confunde a la mujer con una cosa que cree que está a su disposición y que le dice con la mirada lo que a ningún ser humano le gustaría oír; la mirada enferma del que huye de sí mismo y se dedica a cotillear o a hacer preguntas impertinentes, como si tuviera que hacer un informe exhaustivo sobre ti; la mirada de desprecio de quien tiene el ego fastidiado y que necesita sentirse superior a cualquiera que aparezca delante de él; la mirada fija, juzgadora, enfadada, del loco que necesita mandar sobre ti para que tenga algo de sentido su vida; la mirada del que está enfadado con el mundo; la mirada de quien te odia o te desprecia; la mirada absurda de quien reconoce su sumisión; la mirada de la crueldad; la mirada del policía que te grita sin sentido; la mirada del bruto que te amenaza; la mirada de quien quiere utilizarte.

Pero hay también miradas que encierran una calidad tal que nada como ellas son capaces de expresar lo que sentimos. Cuando, por ejemplo, de verdad sentimos ternura, nuestra mirada adquiere una fuerza expresiva y una belleza que difícilmente podemos lograr de otra manera. Creo que hay que saber ver la belleza en la mirada que descubre en la otra persona su belleza, su elegancia, su saber estar, su simpatía. Es una mirada de reconocimiento hacia el otro, de admiración de sus valores físicos o mentales, una mirada limpia, respetuosa, que no quiere nada, sino que expresa la valía y la superioridad de lo que ve ante sí. Hay que aprender de la mirada del niño que está sorprendido por algo, o de la de la persona que ha entendido algo y mira el mundo con alegría, o de quien está realmente agradecido, o de quien de verdad no quiere que te vayas, o de quien está sinceramente arrepentido, de quien tiene ganas de vivir, de quien te quiere, de quien está en una situación de relax, de quien está poseído por la alegría o de quien se siente feliz.

Sea cual sea la situación, la mirada más bella creo que es aquella en la que se refleja claramente la limpieza de la intención, el cariño en el gesto, la generosidad en lo que propone y las ganas sinceras de intentar un mundo mejor. Una mirada bella identifica mejor que nada a un ser humano.

Pero, en cierto modo, se puede mirar también con los ojos cerrados. Te invito a que esta noche, en el umbral del sueño, mires a quien quieres como te gustaría que te miraran a ti, con la calidad que atesora una mirada que sale directamente del corazón. Buenas noches.

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