La clase tosca, esa tan poblada de
gente antigua, retrógrada, inculta, que ve la vida con los ojos de
la riqueza y nada más, que no cree en la democracia, que no soporta
esta vida y necesita inventarse otra, cuando las cosas no le van
bien, se vuelve aún más tosca. Intenta así evitar que los toscos
caigan en la tentación de tomar conciencia y dejen de serlo. La
clase tosca se radicaliza, pierde el sentido del ridículo y comienza
a hacer disparates de un calibre superlativo. La clase tosca está
hoy tan extendida lamentablemente que puede parecernos que lo tosco
es lo normal.
Me parece muy peligrosa esta actitud de
quedarnos quietos ante tanta tosquedad con apariencia de normalidad.
Creo que deberíamos ser más críticos, más racionales, más
dialogantes y ser capaces de distinguir en lo que vemos lo que vale
de lo que no vale. Me da igual que tú pienses que vale lo que yo
creo que no. Es justamente la tosquedad lo que es uniforme y
excluyente. Yo defiendo todo lo contrario: que cada uno piense como
quiera, pero que sea capaz de justificar con argumentos lo que
defiende. Con argumentos -que somos humanos- no con creencias o con
órdenes de arriba. Somos humanos en tanto que pensamos. Y si no
pensamos, nos quedamos en meros juguetitos en manos de los toscos que
quieren manejarnos.
Creo que no queda otro remedio que
ponernos a ser críticos. Los tiempos vienen así. Buenos días.