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viernes, 2 de julio de 2021

Pérdidas




 La primera acepción que da el diccionario de la RAE del término “vergüenza” es la de “Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de una falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante”. Para tener vergüenza hay que tener conciencia de que hay un deber moral, respecto del cual se puede cometer una falta. Hay que tener también una idea clara de la honra, esto es, del respeto de la propia dignidad. Y también hay que proponerse no humillar a nadie, o sea, no herir su dignidad. Todos estos valores son propios de un sentido evolucionado de la humanidad, muy alejado de la brutalidad de la selva.

Cuando la máxima que rige una vida es esa tan dañina de “Todo vale”, lo primero que cae es la conciencia de que hay un deber moral, de que se pueden cometer faltas y de que el respeto, la honra y la dignidad son importantes. Ya nada de eso vale. Con ello cae la vergüenza. Es lo primero que pierden los políticos que no se dedican a promover el bien común, sino a crispar los ánimos, a sacar tajada económica de su situación y a querer el poder a toda costa y de cualquier manera.

Si esta es la primera pérdida, la última no es menos dañina ni menos preocupante: es la del sentido del ridículo. La fe en el “Todo vale” sitúa a quien la profesa por encima de cualquier respeto, de cualquier consideración del otro como un igual. Incluso lo sitúa lejos de esa otra máxima hipócrita, pero controladora de los brutos, que es el “qué dirán”. Sin sentido del ridículo, todo está permitido, todo es posible: ir contra la ciencia, contra los hechos, contra la historia, contra lo bueno, incluso contra uno mismo. 

Cuando un político ha perdido el sentido del ridículo, ya no tiene nada más que perder.

viernes, 3 de enero de 2020

Buenas noches. Avisos




La ignorancia domina trágicamente el mundo. 
Los ignorantes con poder encuentran eco en los ignorantes perdidos y desesperanzados y entre todos van destruyendo el mundo: el tuyo, el mío y el de todos. 
El ignorante débil encuentra un modelo en el ignorante fuerte y lo adora, lo defiende, lo vota e intenta parecerse a él. 
La ignorancia hace que se pierda pronto el sentido del ridículo. 
Y cuando ya no sentimos el ridículo, entonces todo es posible, porque con el ridículo cae también el sentido de lo humano y del bien. 
El ridículo y la vergüenza eran avisos que la vida nos ponía en la mente para que sintiéramos que algo estábamos haciendo mal. 
Ahora el único aviso que hay es la falta de dinero. 
Buenas noches.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Buenos días. Importancia




A veces le damos tanta importancia a las pequeñas cosas que si nos observáramos, sentiríamos vergüenza. 

Buenos días.

martes, 17 de junio de 2014

Lo que veo cuando miro. Autoridad sin vergüenza

Cifuentes dice que la fuga del hijo de Gallardón es "un tema menor" y la colisión "fue pequeña"




Puedes leer aquí la noticia.

Estas desvergüenzas, estas discriminaciones llevadas a cabo por autoridades, este amiguismo y este tomar por tontos a los ciudadanos es lo que va calando en la población, va creando un ciudadano sin moral -por tanto, salvaje- y va maleducando a todo el que no tiene suficiente espíritu crítico para darse cuenta de los manejos de esta plaga de neoliberales sinvergüenzas que campan a su antojo por nuestra sociedad. Los brutos embrutecen, porque no saben hacer otra cosa, y hacen daño, pero estos tipos de la derecha salvaje se están pasando de la raya.

Más información sobre el protagonista del 'tema menos' aquí.

lunes, 6 de febrero de 2012

Vergüenza



Sentir vergüenza significa ser consciente de que uno va a ser juzgado negativamente por alguna acción que va a llevar o ha llevado a cabo, y que ese juicio va a producir en la propia persona un descenso tanto en la autoestima como en la consideración que de uno puedan tener los demás.

El juicio que tememos cuando sentimos vergüenza puede ser emitido por los demás o por uno mismo. En el primer caso, lo que nos puede frenar en nuestra actuación es la opinión contraria que se puede producir en los demás con respecto a nosotros a causa de nuestros actos. En el segundo caso, el juicio lo emitimos nosotros mismos basándonos en nuestras ideas morales. Cuando uno considera que una acción no es buena y que, por tanto, no debe realizarse, siente vergüenza no sólo si la lleva a cabo, sino también, incluso, con sólo pensarla.

Cuando alguien no suele sentir vergüenza ni por lo que puedan pensar los demás de él ni por lo que pueda juzgar de sí mismo, decimos de esa persona que es un sinvergüenza. Dicho con otras palabras. A un sinvergüenza le da igual lo que puedan pensar de él los demás, y sus criterios morales, si es que los tiene, no le impiden llevar a cabo cualquier acción.

El mundo actual del 'todo vale' se caracteriza, a mi juicio, por la proliferación de sinvergüenzas, de gentes que van a lo suyo con descaro, sin importarles ni su honra ni su fama ni su ética, echando mano de todo el cinismo del que son capaces o de lo que les haga falta. Con todo ello provocan la más triste de todas las vergüenzas: la vergüenza ajena.