Me di cuenta, en un momento de mi vida,
de la complejidad que encierra toda la realidad, y de que lo simple
sólo habita en las mentes de quienes no se enteran de lo que ocurre
ni, lo que es más trágico, quieren enterarse.
Me di cuenta también, un poco antes,
de que la única guía universal útil para vivir en un mundo humano
no eran los libros sagrados de ninguna de las religiones, sino la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, un texto creado por
seres humanos, destinado a los seres humanos y que pretende defender
y hacer crecer la humanidad que deberíamos albergar en nuestras
vidas.
Pero la vida es más potente que la
humanidad. Si la vida no la hacemos humana, corremos el riesgo de que
se animalice y de que el mundo se convierta en una selva.
Creo que esto está ocurriendo en
nuestros días, ante nuestros intrascendentes lamentos o en medio de
nuestra culpable inconsciencia. Está surgiendo un ser humano nuevo.
Es un ser humano pegado a lo inmediato, a las consignas más simples,
al individualismo más degradante, al aislamiento buscado, a la
anestesia ante la realidad, aficionado a desviar la mirada, dispuesto
a escuchar sólo las pequeñas palabras y a aceptarlas como si fueran
grandes. Es un ser humano que no tolera las diferencias, que odia con
facilidad, que desprecia a los otros. Un ser humano fácilmente
engañable, que no sabe que tiene una mente y que, por tanto, no
sabe usarla. Consecuentemente, es un ser humano sin la menor noción
de ética, ni de que en la vida hay unos valores humanos y unas
normas que se deben cumplir. Es un ser con aspecto humano, pero en
cuyo interior sólo se pueden encontrar banalidades, inmediateces,
prisas y vacío.
A este ser humano se le ponen delante
trampantojos, ilusiones ópticas que él confunde estúpidamente, en
su profunda ignorancia, con la realidad. Hace algún tiempo apareció
en España un trampantojo llamado Rajoy, al que estos nuevos seres
humanos confundieron con un político que les iba a salvar. Le
votaron y ahí siguen, condenados sin saberlo. Hoy, en los Estados
Unidos han puesto a otro Trump-antojo y, de nuevo, lo han confundido
con otro salvador. Y le han votado. Y el mundo -o parte de él- se
lamenta, aunque no vea con claridad lo que está ocrriendo. Hay
multitud de trampantojos diseminados por el mundo dispuestos a ocupar
cuanto antes todas las poltronas posibles.
Es muy difícil entender el mundo de
hoy. Este nuevo ser humano que está naciendo es muy simple, pero su
gestación es muy compleja y acertar con una explicación o con una
solución de futuro parece una tarea extremadamente laboriosa.
A mí sólo se me ocurre un punto de
partida con solidez suficiente como para que genere algo útil:
volver a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y defender
esos derechos como si nos fuera en ellos la vida. Así, también, nos
será más fácil descubrir los trampantojos que los interesados nos
ponen delante para que nos convirtamos en cómplices de sus engaños.
Puedes leer el texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aquí.