Son ya 18 días. Puede que lamentablemente queden muchos más. Tengo un nudo, no sé si en el estómago o en la mente. Ese nudo me lo produce el pensamiento de que pudo pasar aquí. Ellos estaban como nosotros, viviendo el día, haciendo planes para un futuro más o menos lejano, disfrutando de la convivencia en el confort del hogar, pensando en las preocupaciones de la vida. Y, de pronto, casi sin avisar, te asaltan las preocupaciones de la muerte. Tienes que cambiar, aunque no quieras, el confort por la intemperie, el futuro por el momento presente, los planes por la huida.
La maldad, el embrutecimiento y la inhumanidad, que están, por desgracia, en todas partes, han hecho de nuevo estragos entre los seres humanos. Sin piedad. Sin miramientos. Sin ni siquiera el respeto a las reglas de la guerra. Nos han obligado a nosotros también a buscar un refugio en el que poder vivir una cierta paz egoísta: un deporte, un libro, la música, la charla con los amigos, el paseo por la naturaleza o lo que sea.
A veces me pregunto si tenemos derecho a refugiarnos en esta paz que mira para otro lado, pero afortunadamente me doy cuenta de que nunca se trata de debilitarnos sufriendo con quienes sufren, sino de estar en las mejores condiciones posibles para poder ayudar como se pueda a quienes sufren.
Creo que no debemos sentirnos egoístas si hoy pensamos en la paz. Así mañana podremos pensar en la solidaridad. Relájate. Descansa. Buenas noches.