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jueves, 15 de febrero de 2024

Mujeres al descubierto. Las programadoras de la ENIAC. Betty Holberton / Noticias

 




La cuarta de las programadoras de la ENIAC es Betty Holberton. Vivió entre 1917 y 2001. Fue matemática, informática teórica y programadora y es reconocida mundialmente por sus aportaciones al lenguaje de programación COBOL.

Tienes más información aquí.





NOTICIAS


Linda Darling-Hammond: “Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con los móviles, no simplemente quitárselos”

La profesora de la Universidad de Stanford, al frente de la junta de educación de California, es una de las voces más influyentes en política educativa en Estados Unidos



Puedes leer la noticia pulsando aquí.




Tienes que llegar a ser lo que quieras ser.

martes, 3 de noviembre de 2020

Dicho en el pasado. Evolución




3 de noviembre de 2013

 La madre Naturaleza, en su infinita sabiduría y siendo plenamente consciente de que el objetivo primordial de su quehacer era la felicidad de cada uno de los seres humanos, diseñó un mundo en evolución. En él, las orejas de todos los individuos se fueron adaptando a los auriculares de todos los aparatos sonantes, los dedos se fueron amoldando a las teclas del teléfono móvil, la piel fue aceptando cada vez más tatuajes y piercings hasta que ya no parecía piel, se inventó el borde del asiento de enfrente, en el autobús o en el tren, para que se pudieran poner en él las suelas de los zapatos e ir así más cómodos, la televisión nos permitió ver lo que había lejos, sin necesidad de pararse a ver lo que había cerca, la ética fue perdiendo posiciones para que no hubiera que cumplir sus normas y algunos estuvieran seguros de que así se realizaban, el trabajo de unos se fue considerando paulatinamente como el mecanismo idóneo para que otros obtuvieran beneficios, se comprendió que el sentido de los árboles era que fueran talados y que el de las flores fuera pisarlas para que algunos humanos se sintieran superiores, los animales fueron puestos a disposición del gozo y la distracción de quien quisiera hacerlo, se creó la velocidad para ir con más rapidez hasta el fin, los sonidos fueron dando lugar a los ruidos, la política fue dejando paso a la economía, los valores cayeron ante el dinero y se originaron las privatizaciones para que unos pocos listos se pudieran hacer ricos con relativa facilidad. A veces parecía que la Naturaleza fuese divina. Buenas noches.

sábado, 14 de julio de 2018

Buenas noches. Socorro




La vi delante de mi. Era una señora mayor que apoyaba su brazo izquierdo en una muleta. Yo iba muy diligente, cumpliendo el mandamiento diario de andar para que el corazón y sus circunstancias se mantengan a gusto y en paz. La adelanté pronto. Cuando iba cuatro o cinco metros delante de ella, oí una voz alta y clara a mi espalda:

—¡Socorro!

Me paré en seco y rápidamente me volví. Me dio tiempo a pensar en una caída o en un desvanecimiento repentino. Incluso me pregunté por lo que podría hacer yo en una situación así. Eché mano, por si acaso, del teléfono móvil que llevaba en el bolsillo. Comprobé que la señora seguía andando al mismo ritmo lento que antes.

—¿Qué tal se oye ahora el teléfono, Socorro? ¿Bien? —siguió diciendo como si no creyera en la eficacia del teléfono para transmitir su voz.

Reaccioné con una mezcla de alegría y de rabia. La manía de hablar por teléfono a gritos en cualquier lugar y la torpeza de llamar a las personas con nombres confundentes se unieron para dar lugar al susto. Ya en los autobuses cambiaron la inscripción “Ventana de socorro” por la de “Salida de emergencia”. Esa señora debería ir pensando en cambiar también su nombre. 

Buenas noches.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Buenas noches. Aprendizajes




Hay que aprender, entre otras cosas, a hablar, a reír y a usar el teléfono móvil sin molestar. El espacio público es de todos y no puede ser usado como si fuese privado. 

Buenas noches.


viernes, 23 de marzo de 2018

Buenas noches. Móvil




Debe de llevar una vida intensamente estúpida para estar constantemente pendiente del móvil, hasta cuando conduce. 

Buenas noches.

viernes, 9 de marzo de 2018

Buenas noches. Ausente




Me fastidia cuando vas por la acera mirando el móvil, porque vas como ausente. No pareces un ciudadano y, a veces, molestas. 

Buenas noches.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Buenas noches. En contra



He conocido a un viejo de unos cincuenta y tantos años que dice que se dedica a escribir, pero no tiene ordenador, ni teléfono móvil, ni cuenta de correo electrónico. Además, está en contra de la tecnología. Me imagino que tampoco tendrá teléfono fijo, que cocinará quemando leña y que no tomará medicinas. Me parece que son cosas de los viejos. No son capaces de distinguir las tecnologías del uso que se hace de ellas.


Buenas noches.

jueves, 6 de julio de 2017

Buenas noches. Posible y real



España huele mal. Veo que los ciudadanos se acostumbran con facilidad a vivir como si estuvieran solos en el mundo, dejándose llevar sin criterio por sus apetitos y por sus ocurrencias, usando mal todo lo público y molestando sin misericordia a todo el que esté a su alrededor. Y no hablo de las grandes maniobras de las gentes poseídas por el dinero y por la codicia, que explotan sin piedad, que quieren acaparar bienes sin medida y que creen alevosamente que, cuando les interesa, el fin justifica los medios. Estamos construyendo poco a poco un disparate de país, cuyas consecuencias sufriremos cada vez más.

Intentando huir de esta peste que nos persigue por cualquier parte, nos fuimos días pasados al Museo Thyssen-Bornemisza, a ver una preciosa y muy recomendable exposición titulada “El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura”. Está montada de manera muy didáctica y se puede disfrutar no solo de los cuadros que se exponen, organizados por temas, sino de la evolución de la propia pintura veneciana, que aspiraba a plasmar una belleza ideal basándose especialmente en los colores y en las formas, sin centrarse en los aspectos devotos o culturales de los mismos. A mi modo de ver, una muy buena exposición digna de verse.

Pero ver a gusto una exposición es hoy una empresa bastante difícil. El escándalo con el que uno se encuentra nada más entrar en un museo te hace muy difícil adoptar una actitud de tranquilidad, en donde se agudice la sensibilidad y la mente se muestre receptiva y dispuesta al gozo. Coincidimos esta vez en el tiempo con dos señoras, muy bien vestidas de mañana, ambas con caras de catedráticas de algo -o de todo-, que no paraban ni un segundo de contarse mutuamente sus opiniones o sus ocurrencias, pero en voz alta, de manera que estábamos, por ejemplo, delante del enorme cuadro de Veronés, “El rapto de Europa”, y teníamos que estar escuchando las voces de las señoras, que repetían una y otra vez profundas expresiones tales como “¡Qué preciosidad!” o “Es de una belleza sublime, como aquel que vimos en el viaje a París, que era también estupendo” y cosas así, que podían perfectamente contarse resumidas al final de la exposición, en lugar de estar allí como si el museo fuera suyo y molestando a todo el mundo.

Procuramos alejarnos de tan horteras y maleducadas señoras y pudimos, durante un rato, ver en paz algunas salas. Llegamos a la titulada “Belleza y melancolía del Renacimiento veneciano”. Estábamos delante del cuadro de Lorenzo Lotto, “Retrato de un joven en su estudio”, cuando oímos con toda nitidez un ruido discretamente breve, conciso, pleno de vibraciones, como si para existir hubiese tenido que atravesar un estrecho, pero denso, desfiladero a través del cual el paso fuese difícil y problemático. Era un ruido que recordaba experiencias vividas por todos, aunque nunca en un museo, porque eran más propias de la más personal intimidad. Fue una irrupción sorprendente, inusitada, inesperada, rompedora, chocante, de esas que te paralizan un instante, que te hacen mirar de reojo y sospechar de cualquiera, porque estás ante una de esas ocasiones en las que estás seguro de que has oído un ruido, pero que no lo has producido tú. Me acerqué a mi acompañante y enseguida me preguntó qué había sido ese ruido. “Yo creo que un pedo”, le dije. “Yo también lo creo”, me contestó. Como estábamos a un par de metros de distancia, me preguntó, como intentando empezar a rechazar hipótesis y a centrar la situación: “Tú no habrás sido, ¿no?”. Rápidamente le contesté, levantando discretamente las palmas de las manos en señal de inocencia, “No.No. ¡Qué coño voy a ser yo!”. Hicimos como que habíamos terminado de ver el cuadro y echamos una mirada como de soslayo a la sala. No había casi nadie en aquel momento, pero relativamente cerca de nosotros había una señora, un poco entrada en carnes, hablando por el teléfono móvil. Ya se sabe -bueno, más bien, no se sabe- que el teléfono móvil hace que desconectemos de la realidad cercana, que cuando lo usamos no seamos conscientes de por dónde andamos, ni del volumen al que hablamos, ni de lo que hacemos con las manos. Posiblemente haya también una relación entre el uso del móvil y la relajación de los esfínteres. No había ninguna otra persona a una distancia tal que sus bajos vientos pudieran sonar como el que oímos, así que supusimos que, una vez más, el móvil había jugado una mala pasada a la señora y a los que en ese momento coexistíamos con ella. Una señora tirándose un sonoro pedo en un museo. Una señora hablando por el móvil en una exposición. Así andamos.

Después de comer, fuimos al Museo del Prado, a ver otra magnífica exposición, abierta hasta el 4 de septiembre. Se trata de los “Tesoros de la Hispanic Society of America”. Es espectacular, de temática diversa y de una calidad excepcional. Contiene una selección de lo que el hispanista Archer Milton Huntington reunió durante la primera mitad del siglo XX en su museo de Nueva York y que constituye la colección de arte español y de América Latina más importante fuera de la Península Ibérica. Contiene piezas, de un enorme valor artístico y monetario, de todas las épocas históricas, con cuadros del Greco, Zurbarán, Velázquez o Goya. En la planta superior hay una impresionante -no creo que haya otra igual- colección de retratos, la mayoría realizados por Sorolla y por Zuloaga, de los intelectuales del momento que vivió el coleccionista. Me parece que no hay que perdérsela.

Mientras estuvimos en el museo tuve que pedir que se echara a un lado a un tipo que se había puesto a chatear delante del cuadro que me tocaba ver, y lo mismo a dos señoras, una de las cuales le enseñaba a la otra las fotos de sus nietos en el móvil, que se habían instalado para ello delante de un precioso y espectacularmente luminoso cuadro de Santiago Rusiñol. También le tuve que sisear a dos individuos que se sentaron delante de un vídeo sobre la vida del coleccionista, pero que hablaban como si estuvieran en un estadio de fútbol. Una vigilante tuvo que hacer lo propio en otra sala. Como ya he dicho, así andamos.

Aunque había mucho más que ver, ya estábamos bastante cansados, de manera que decidimos volver a casa. Teníamos que tomar un autobús en el centro de Madrid y nos pusimos en la cola. Allí comprobamos que la vida es sorprendente, que te puede obsequiar, a veces, con situaciones nunca experimentadas y que, aunque la vida puede ser bonita, este mundo es cada vez más una mierda. Supongo que la rueda de la fortuna no tiene por costumbre pararse dos veces en el mismo lugar o ante las mismas personas, pero sí sé que en ocasiones la desgracia se ceba sin compasión en quienes le parece oportuno hacerlo.


Antes de que el conductor del autobús abriera la puerta para que entrásemos las diez o quince personas que estábamos esperando, más cinco o seis adolescentes, que están adoptando la costumbre de no ponerse en ninguna cola, oímos otro ruido, de esos que reconoces con facilidad, de los que huyes siempre porque no suelen venir acompañados de nada bueno, de los que no esperas encontrar en los lugares públicos. Oímos el ruido, nos miramos y uno de los dos dijo. “¿Será posible?” Sí. Era posible. Más que posible, era real. Era lastimosamente real. Aunque te cueste trabajo admitirlo, amable lector, la señora que estaba delante de nosotros en la cola se había tirado otro sonoro pedo, pero esta vez acompañado de un nauseabundo olor que recordaba unas coles de Bruselas cercanas a la corrupción, o un pescado sacado del mar hace un mes y almacenado por pura codicia, o a un repollo tragado sin masticar y cocinado con todo el cinismo del mundo. Sí, amable lector, fueron dos pedos en el mismo día, pero sabiamente repartidos: uno, por la mañana, y el otro, por la tarde. Solo que el último trueno venía acompañado de una lluvia de olor a mierda que, unido a todos los episodios vividos en pocas horas y a todo lo que se ve, si se mira, en cualquier lugar, te hace pensar en buscar refugio, en huir, en que este mundo no funciona y en que -entiéndelo como quieras- este país huele mal, muy mal.

Buenas noches.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Buenas noches. Comprender



Nunca somos del todo conscientes del valor que encierra el esfuerzo constante por comprender a la otra persona.

Buenas noches.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Buenas noches. De serie




Hay quienes estarían más contentos si hubiesen traído coche, auriculares y teléfono móvil de serie. 

Buenas noches.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Buenas noches. Controles machistas 1


¡Cómo me gustan tus piernas! Pero no me gusta que te las vea nadie más que yo.

Hola. ¿Dónde estás? ¿Con quién estás? Es por si necesitas algo. Ya sabes que no quiero que te pase nada.

Antes de hacer cualquier cosa, me lo consultas, que luego siempre metes la pata.

No me lleves la contraria, porque sabes que esto es así.

Déjame tu móvil, que quiero ver unas cosas.

No me gustan nada tus amigas ni, mucho menos, tus amigos. No quiero que estés con ellos.

Buenas noches.


jueves, 27 de octubre de 2016

Buenas noches. Él y ella



-Tengo mucha ilusión contigo, porque eres una mujer hecha y derecha.
-Te comento todo lo que hago. Se trata de compartirlo todo, que te sientas conmigo protegida.
Él hablaba en voz alta con toda naturalidad. El altavoz del teléfono móvil tenía muy elevado el volumen de sonido. Lo que ella le contestaba se oía, pero no se distinguía muy bien lo que decía. Se sabía que tenía una pierna escayolada y que, de vez en cuando, le pedía que esperase un poco.
-Me gustas mucho y quiero darle envidia a los demás contigo. Eso es lo bonito ¿no?
-Soy un tío orgulloso de ti, joder. ¡Vaya mujer que tengo! ¡Qué envidia doy!
Ella, a veces, contestaba. Otras, emitía unas risitas. Otras, callaba y le dejaba hablar.
-Yo estoy muy bien contigo, no en el concepto de objeto, sino de persona.
-Eres la sencillez personificada.
Él era gordo. Estaba como depositado en el asiento y, con la mano que le dejaba libre el teléfono, procuraba echarse para atrás unos pelillos rebeldes que le nacían en la frente y con los que intentaba inútilmente taparse la calva que le ocupaba casi toda la cabeza.
-Juega mucho el interés y el egoísmo. 
-El único interés que puedo tener contigo es hacerte feliz.
El gordo se metía con frecuencia el dedo en la nariz y luego lo posaba en el asiento de al lado.
-Si voy al fútbol o a tomar unas cañas, quiero ir con mi pareja.

El gordo insistía una y otra vez en meterse el dedo en la nariz.
-Te espero. Me llamas.
Colgó. Parecía que la conversación seguiría en breve. Introdujo el móvil en el bolsillo de la cazadora, se pasó la mano por la cabeza y por la cara y enseguida se quedó dormido. El autobús llegó a sus destino, pero él no se enteró. Los pasajeros nos miramos brevemente al salir. Parecía que nos habíamos quedado con ganas de saber si a ella le gustaba ser objeto de la envidia de los demás, si lo acompañaría al fútbol y qué opinaba de él, pero la ocasión de satisfacer la curiosidad no se presentó.

Buenas noches.

miércoles, 2 de marzo de 2016

jueves, 1 de octubre de 2015

Buenas noches. El móvil




Llevaba ya media hora hablando por el teléfono móvil. De pronto tomó el bolso con la mano que tenía libre y se puso de pie en el pasillo. El autobús frenó en una rotonda y la señora cayó de rodillas. Según decía por el móvil, se había hecho mucho daño. 


Buenas noches.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Elegancia 108




La persona elegante sabe que nadie más que su interlocutor tiene por qué oír lo que dice por su teléfono móvil.

Elegancia 107




Confía en la tecnología. No tienes por qué estar gritando
cuando hablas por el teléfono móvil.

miércoles, 1 de abril de 2009

Francia / 2




Las fotografías son muy malas, pero la idea que muestran es buena. En los ferrocarriles franceses se encuentran, dentro del coche, la primera, y en la plataforma entre los coches, la segunda. Indican los lugares de uso de los teléfonos móviles para no molestar a los viajeros.

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lunes, 23 de marzo de 2009

El salvaje urbano / 2


El 21 de febrero de 2009 Luis Ruiz Ávila publicaba en el diario El País una carta al director tutulada Teléfonos en el AVE. El texto, amargo y realista, era el siguiente:

Soy viajero frecuente del AVE Barcelona-Madrid y ahora mismo estoy lanzado a 300
kilómetros por hora rodeado de tres individuos vociferantes que despachan por teléfono, sin pudor alguno, temas del niño, de la abuela, de Jordi y hasta del cliente que no paga o el jefe que es un inepto. Encadenan temas banales y trascendentes, y tienen además el timbre del teléfono puesto en modo ring y volumen máximo, ya que, entre unos y otros, si lo tuvieran más bajo no se enterarían de la llamada.

En fin, que estoy harto. Harto de esa falta de respeto generalizada, harto de despertarme sobresaltado por melodías variopintas, harto de enterarme de los problemas de los demás.

Pero lo que más me cabrea no es la mala educación. Lo que más me cabrea es que yo sea incapaz de levantarme de mi asiento y decirle a mi vecino del 11-A que haga el
favor de ir a hablar al rellano del vagón, sabiendo que me ampara la razón y la cordura.

Estoy enfadado, pero no con el mundo, sino conmigo mismo y mis estúpidas represiones sociales y cobardía que hacen que a lo único que puedo aspirar es a escribir esta queja al diario con la vaga esperanza de verla publicada, y que si alguien la lee y la comparte sea capaz, él o ella sí, de levantarse del asiento y decirle al del 11- A que nos respete a todos los demás.

Desde el AVE, volviendo a Barcelona a las 22.30.

Quiero mostrar aquí mi comprensión y mi solidaridad con el señor Ruiz Ávila. Creo que cualquiera con un poco de sensibilidad social, de educación, de sentido común y dotado de un mínimo de formación moral entiende que estos comportamientos son propios de los salvajes urbanos que crecen como hongos por todas partes. La TV, los personajes públicos -unos más que otros, es verdad-, el 'todo vale', la chabacanería cultural dominante, el despiste de los profesores, el individualismo atroz, la ausencia de los padres como educadores de sus hijos, el desprestigio del saber y tantas otras cosas han destrozado la ética. Encontrar hoy un grupo de seres que, no sólo por su aspecto exterior, sino por su actuación, puedan ser fácilmente calificados como humanos es tarea cada vez más complicada.

Y no sólo es lo que con tanta razón denuncia el Sr. Ruiz Ávila. Es que vayas donde vayas te encuentras el tipo molesto, grosero, hortera y bravucón que te va imponiendo sus caprichos mediocres, los quieras o no los quieras. Creo que ya conté aquí lo desagradable que fue un día que volvía a Madrid en el Altaria y, al tomar un tren de cercanías hasta casa, tuve que soportar en el mismo vagón la guerra de dos individuos con la música de sus teléfonos móviles funcionando sin auriculares, echando al aire a todo volumen, uno hip hop y el otro rock. O el volumen al que habla cada vez más gente en un simple autobús, sin el menor reparo en ir contando a gritos sus intimidades, como si sus vidas mediocres le interesaran a alguien.

La contaminación sonora es fruto de la contaminación mental. El salvaje urbano sigue avanzando. ¿Cómo se para esto?
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sábado, 9 de agosto de 2008

El móvil y las Olimpiadas

Acabo de leer en el espléndido blog de Juan Cruz , titulado hoy Un trabajo de chinos, la siguiente expresión relacionada con la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekin 2008:

Me pareció un espectáculo portentoso; me dio igual el desfile, eso no tiene interés ninguno, y a veces incluso me pareció chabacano; no se puede estar desfilando en una ocasión así y hablando por el móvil, eso me parece insoportable.


Lo pongo aquí porque me gustaría aclararme con argumentos sobre si el uso del móvil está justificado en cualquier ocasión o no lo está en algunas. ¿En cuáles? ¿Por qué? ¿Por qué puede resultar insoportable que un atleta desfile en unos Juegos Olímpicos hablando por el móvil?

No sabes lo que me gustaría que me dieras tu opinión. Yo, mientras, lo estoy pensando.


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