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martes, 23 de noviembre de 2021

La piel como barrera



En este mundo en el que estamos hay asuntos que tienen mucha importancia, pero también una cierta dificultad. Uno de ellos es el de tener la suficiente sensibilidad como para captar y asumir los valores que nos construyen como seres humanos y que permiten construir un mundo mejor. Otro es, una vez asumidos unos valores, establecer razonadamente, no por mero interés, unas preferencias de unos sobre otros, una jerarquía de valores válida en cada caso.

Por ejemplo, ante una enfermedad contagiosa, una persona puede poner como prioritario el valor de la salud, tanto la suya como la de los demás, y consecuentemente se vacunará; otra, en cambio, considerará que su derecho a no medicarse más que cuando le dé la gana es superior al valor de la salud propia y de los demás. O también, un Gobierno puede considerar prioritario el valor de la salud de la población y unos jueces creer que por encima de ese valor está el derecho del que no se quiere vacunar a poder moverse libremente por donde quiera, aunque así contagie a muchos.

Cada cual justificará sus posturas con las oportunas razones, pero, por lo que se ve, es muy difícil hacerlo de manera convincente para que beneficie también a cualquier persona que esté más allá de la propia piel. La propia piel es la barrera ideológica, intelectual y moral de un número cada vez mayor de personas. 

jueves, 1 de julio de 2021

Vacuna en el Zendal


 

Acompañé a mi amiga María a que le pusieran la segunda dosis de la vacuna Covid. María vive en Alcorcón. La citaron en el Hospital Zendal, a 40 km. de su casa. Esperanza Aguirre dejó su huella llenando la comunidad de Madrid de hospitales. Ahora Ayuso ha querido dejar su recado con el Zendal. Todo lo hacen por el bien de la ciudadanía. Si no, sería una estafa enorme. En efecto, lo mejor para el ciudadano no es vacunarse en su centro de salud, o, si acaso, en su hospital de referencia. No. Lo mejor es o bien perder toda la mañana haciendo transbordos y caminatas hasta llegar al Zendal, o bien gastarse unos euros con el coche haciendo 40 km. de ida (me refiero al trayecto) y otros tantos de vuelta, como si estuviéramos en el tercer mundo. Podría haberse trasladado el personal sanitario, pero seguramente a la empresa privada encargada del asunto le salía más rentable que se trasladaran los ciudadanos. Una riada de coches accediendo al Zendal sin sitios donde aparcar y poniendo contenta la contaminación de Madrid es lo que quería Ayuso. Así, mientras se cabreaban los ciudadanos y veían su obra, no se acordaban del juicio de la Kitchen ni oían las declaraciones del marido de Cospedal.



Una vez llegados al Zendal, había que aparcar. Lo hicimos cerca del campo de fútbol del Real Madrid. Luego anduvimos, que es bueno para la salud, sobre todo, si te obligan a hacerlo. Pasamos por una cola, que no era la que le correspondía a María. Al cuarto de hora de caminata llegamos a otra cola, y esta sí era la suya. Caía un sol de justicia y había que hacer la cola al sol. La cola no andaba. Corría el rumor de que se había caído el sistema de ordenadores. Miré a María y no nos dijimos nada. A ella no debe darle mucho el sol, menos mal que, por si acaso, se había echado una buena dosis de protección. A Ayuso y a sus lumbreras les dio igual que los ciudadanos pasaran un buen rato al sol. A los veinte minutos la cola echó a andar. Yo había encontrado un árbol en medio de aquel campo a medio urbanizar y esperé en la sombra a que María llegara a su destino. Luego dijo que dentro la marcha había ido muy bien. Rápidamente la vacunaron en la larga fila de puestos que había. Los diez minutos posteriores de espera los hizo en una sala con butacas cuyos asientos estaban viciados y hundidos, a pesar del poco tiempo que este edifico lleva abierto.

Mientras esperaba a María, a la sombra de un árbol, observé a una señora que había llegado a la cola y subía la rampa ayudada de dos bastones. A otros los subían en sillas de ruedas. Me preguntaba qué habrían hecho estos pobres para tener que hacer esta peregrinación. Entre las personas que salían, una señora con bastón decía en voz alta que si era necesaria una tercera dosis, ella no repetía el viaje.

Y luego, la vuelta. Otra caminata, otros 40 km y otro recuerdo a quienes han querido que estos despropósitos tercermundistas los suframos los madrileños. Qué mala suerte.




martes, 19 de enero de 2021

Egoístas




 Ayer fue el tal Rubius, un tipo que vive de influir en los ciudadanos más tiernos, pero que no quiere aportar nada al bienestar de aquellos sobre quienes influye.

Hoy es un tal Manuel Villegas, un tipo del PP, médico, para más INRI, y consejero de Sanidad de Murcia, para que la afrenta y el descrédito sean aún mayores, quien, junto con cientos de funcionarios y altos cargos de la Consejería y del Servicio Murciano de Salud no asistenciales, se ha vacunado, saltándose la ley, justificando el acto “porque es médico” y considerando, al parecer, que su vida es más importante que la de los ciudadanos a quienes administra.

La moral murió hace algún tiempo, y cuando muere la moral surge la caradura y el egoísmo. No hay nada más bajo para el ser humano, ni más degradante ni más repugnante que el egoísmo. La gran desgracia de nuestro tiempo es que en nuestra sociedad crecen los egoístas como crecen los gusanos en un cuerpo muerto.

No tengo ningún interés en morirme, pero afortunadamente no veré toda la mierda que viene detrás.