Hoy es el día no sé cuántos de algún mes de un año de estos. Da igual. Lo que importa es que tenemos que proponernos que hoy, el único tiempo del que disponemos ahora mismo para vivir, sea un gran día. Ojalá descienda de los cielos, suba de los infiernos o aparezca delante de nosotros un espacio vital de tranquilidad, no de paz, que eso es imposible, sino una tregua de sosiego, sin urgencias, sin prisas, sin necesidades que confluyan y te saquen de ti mismo y te desvíen hacia donde no quieres ir. Ojalá la alegría se haga presente, con sus amigos la generosidad y el amor. Y si la realidad se empeña en ponerse adversa, a ver si somos capaces de relativizarla. Si es necesario, fijémonos en nuestras virtudes y nuestros logros, y démosles más importancia que a los problemas. Qué bueno sería que aprendiéramos algo interesante hoy, y que afináramos la mirada para que pudiéramos ver la belleza, la armonía y la bondad, para que pudiéramos gozar con ello. Y que fuéramos capaces de sacar hacia la realidad lo mejor de nosotros mismos. Nuestra buena actitud nos puede predisponer a que haya suerte, y con ambas puede que salga un día que nos haga amar la vida. Vamos a ello.