El sentido de tu vida es lo que te hace ir en una dirección o en otra, valorar algo o no hacerlo, lo que te lleva a hacer unas cosas y evitar otras, lo que te mueve a poner tu atención en unas personas y no en otras.
Quizás deberíamos dejar de ponernos etiquetas a nosotros mismos y a los otros y hacer dos cosas. Una, medir nuestras capacidades y tomar conciencia de los valores que conviene hacer reales, mediante las acciones, en la vida. Otra, decidir justificadamente a quién dedicarnos: si a quienes ya lo tienen todo y, sin embargo, quieren más y más, o a quienes están más necesitados, no solo de dinero y de servicios, sino de formación, de criterio, de libertades y de igualdades.
Las etiquetas suelen engañar. Conozco a algunas personas que se reconocen de derechas y que actúan como si fueran de izquierdas. Y también a quienes dicen ser de izquierdas y actúan como los de derechas. Las etiquetas confunden. Lo que no confunde son las actitudes honestas y las acciones que humanizan.