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miércoles, 11 de noviembre de 2020

Dicho en el pasado. Negocios




11 de noviembre de 2018

 Una de las características de este mundo -o lo que sea- actual que más me desgarra la mente es que todo se está convirtiendo en un negocio. El amor se entiende con demasiada frecuencia como un negocio. La cultura es tratada como un negocio. El ocio, que comenzó siendo lo contrario del negocio, ha caído también en las redes de su oponente. La política se desenvuelve demasiadas veces no en clave de pacto, sino en la de negocio agresivo. El triunfo en la vida se entiende cada vez más como el triunfo en algún negocio. Esta sociedad necesita vendedores de amor, de cultura, de ocio, de política, de cualquier cosa para que triunfen los negocios. Las calles, la televisión o internet están rebosantes de oportunidades de negocios. El solitario que se pare y observe el paso de la comitiva de los negociantes se dará cuenta de que las orillas del camino quedan llenas de valores humanos maltrechos, que no se pueden comprar ni vender.


sábado, 21 de diciembre de 2019

Buenas noches. Mentira




Se miente mucho. 
Como en esta sociedad neoliberal vale todo, se miente con desparpajo, sin medida, con mala voluntad, con cara dura, con ánimo de obtener beneficio. 
Se miente con odio. 
Los ignorantes aceptan las mentiras, porque no tienen más conocimientos. 
Los tontos, también, porque no saben que esas mentiras van en su contra. 
La gente honesta sufre, porque ve que el mundo feliz se va alejando, la bondad se va resquebrajando y el odio va ganando terreno. 
No existe la verdad, pero tampoco la buena voluntad. 
Solo se ve la mentira. 
Por todas partes fluye el cinismo y la desvergüenza. 
Falta clamorosamente la honestidad. 
Buenas noches.


domingo, 11 de noviembre de 2018

Buenas noches. Negocios




Una de las características de este mundo -o lo que sea- actual que más me desgarra la mente es que todo se está convirtiendo en un negocio. El amor se entiende con demasiada frecuencia como un negocio. La cultura es tratada como un negocio. El ocio, que comenzó siendo lo contrario del negocio, ha caído también en las redes de su oponente. La política se desenvuelve demasiadas veces no en clave de pacto, sino en la de negocio agresivo. El triunfo en la vida se entiende cada vez más como el triunfo en algún negocio. Esta sociedad necesita vendedores de amor, de cultura, de ocio, de política, de cualquier cosa para que triunfen los negocios. Las calles, la televisión o internet están rebosantes de oportunidades de negocios. El solitario que se pare y observe el paso de la comitiva de los negociantes se dará cuenta de que las orillas del camino quedan llenas de valores humanos maltrechos, que no se pueden comprar ni vender. 

Buenas noches.

lunes, 9 de octubre de 2017

Buenos días. Monstruos




Procuremos mantenernos ocupados. El ocio excesivo produce monstruos más desagradables que los que genera la razón. 

Buenos días.

jueves, 3 de julio de 2008

Ya se acerca el triunfo final (I)

Un componente del universo, presente en él desde sus orígenes y cuyo nombre está maldito para algunos, que no aceptan ni pronunciarlo ni oírlo, viene incrementando su influencia y su poderío en nuestros días. Es la mierda.

Antiguamente a la mierda se la denominaba el mal, pero esto no era más que una estrategia propia de gente leída para huir hacia la estratosfera metafísica, tratar allí muy inteligentemente el problema y dejar mientras tanto aquí abajo la verdadera mierda pudriéndolo todo. No vamos a hablar, por tanto, del problema del mal, sino de la existencia real de la mierda.

Los desastres que produce la mierda no parece que tengan, ni mucho menos, solución. No obstante, de la misma manera que se hace con cualquier otra realidad, se debe tomar conciencia de la existencia de la mierda, analizarla y tratar de prever sus calamitosos efectos. Tras lo cual, seguramente no quede otro recurso que el de una huida condenada al fracaso.

Una primera aproximación al análisis de la mierda nos llevaría a distinguir entre la mierda social y la mierda humana. Ambas están profundamente relacionadas entre sí, no en vano la primera es hija predilecta de la segunda, de la cual emana.

Si desplegamos el catálogo de presentaciones de la mierda social, nos encontramos en primer lugar con la mierda comunicativa, en donde la televisión ocupa el lugar del producto estrella. Desde este punto de vista, la televisión puede ser considerada como un fractal, ya que tanto en su totalidad como en sus partes tiene la misma estructura: es mierda de altísima calidad.

Luego, nos topamos enseguida con la mierda medioambiental, con una amplia gama de precios y modelos. Algunos de estos tienen la sorprendente cualidad de ser invisibles a distancias cortas, detectándose muy bien, en cambio, desde lejos. Hay modelos que incluso, aunque no los veas, te afectan a los ojos y te hacen llorar. La mayoría de ellos te enferman y, aunque no siempre lleguen a matarte, se vuelven contra ti e incrementan tu dotación de mierda humana.

En las páginas centrales del catálogo hallamos la mierda política, con una enorme panoplia de variantes, enmascaradas todas ellas con llamativos e ingeniosos eufemismos: así, a los contratos de mierda para trabajar de mala manera y cobrar poco se los llama contratos basura; a los dormideros de mierda se los califica de infraviviendas; a la mierda de vida hipotecada hasta la muerte de tus herederos que producen los precios de mierda de las viviendas, en donde un ladrillo de mierda cuesta igual que un lingote de oro, se la denomina especulación o, más dulcemente, liberalización del suelo; a la mierda de trato que se le da a los enfermos en ambulatorios y hospitales se le designa como listas de espera o también saturación; a la mierda de educación, cuya responsabilidad se quiere endosar en exclusividad a los profesores, pero en la que colaboran con igual intensidad, por acción u omisión, los padres, la televisión, los dirigentes, los votantes, la legislación y los propios alumnos, se la califica de fracaso escolar; a la mierda de condiciones de inseguridad en las que trabajan los obreros se le endosa el tétrico apelativo de siniestralidad laboral; a la manera de resolver los problemas tarde y mal, dejando todo el tiempo posible para que la mierda haga un poco más de efecto, se le atribuye el término técnico de burocracia; a la creación de mierda bajo la forma de una estructura económica mundial, que permite que se incrementen los beneficios de unos pocos a costa del empobrecimiento cada vez mayor de todos los demás, se le llama globalización; a algunos de los seres que se dedican a la cosa pública y que se caracterizan por su incapacidad, su inmoralidad, su afición por la mentira, su torpeza, su afán por sobrevalorar, sin importarles que se note demasiado, el interés propio por encima de cualquier otro y por la concentración que muestran de múltiples variantes de la mierda, se les llama neoliberales.

La segunda parte del catálogo de la mierda social la ocupa la mierda ociosa, formada por todo un conjunto de artefactos tecnológicos destinados a matar el tiempo, es decir, a matar la vida. Nos encontramos aquí con la mierda de las consolas, la mierda de los reproductores de música con auriculares, la mierda de los juegos electrónicos, la mierda de los teléfonos móviles y, en fin, toda la serie de cacharros de mierda que, a través de pantallas y de teclas, sirven para fomentar el aislamiento estéril, el ensimismamiento empobrecedor y el individualismo deshumanizante. El sentido de los productos de la mierda ociosa no es otro que el de que los consumas y los uses hasta el abuso, cuantas más horas mejor, hasta que adquieras el hábito de olvidarte de que existen los demás y, sobre todo, de que tú mismo existes y de que tienes que vivir. La mierda ociosa es capaz de entronizar cualquiera de sus aparatos y de convertirte a ti en un súbdito inconsciente. Esto explica situaciones tan estúpidas como la del que se pone a hablar por el teléfono móvil en mitad de la calzada, sin la menor conciencia de que por allí pasan coches, o lo usa conduciendo, o la del que se va a un concierto, o al teatro o a clase con el mismo artefacto conectado, o la del que se pasa horas y horas de chateo, contándole sinsustancias a un desconocido, o la de esos aprendices de cretinos que emplean desconsoladamente su tiempo en luchar contra una consola.




La contraportada del catálogo la ocupa la mierda alimentaria. Se incluye aquí la mierda que los panaderos, carniceros, camareros y demás expendedores de alimentos tienen en sus atuendos y en sus manos, con las que tocan la mierda del dinero y con las que luego te dan el pan, te cortan el filete o te ponen un cubito de hielo en el vaso. También pertenecen a este apartado las altas concentraciones de colesterol disimuladas bajo las variadas formas de la mierda de la pastelería industrial. Y no se pueden omitir la mierda de las bebidas de garrafón, misericordioso procedimiento por el que se intenta evitar que los pobres y los jóvenes sufran mucho tiempo, procurando que lleguen cuanto antes a su meta final. Por último, para no confundir el catálogo con un inventario, se reseña la mierda de la comida rápida, peste en la que la hamburguesa sirve bien de ejemplo ilustrativo, ya que se ha convertido en el producto cuya sola mención se ha asociado estadísticamente más veces con la mierda.