Los personajes públicos, especialmente
los que aparecen en televisión, son, lo quieran o no, lo sepan o no,
creadores de opinión. Deberían tener buenas intenciones, mucha
prudencia y una buena información, porque el daño que son capaces
de hacer es enorme. Pueden desinformar, generar odios, quitar, sin
ningún sentido, la paz, crear desasosiegos, ideologizar a los más
débiles, crear malpensados y despertar los más bajos sentimientos.
Son especialmente dañinas las opiniones sin justificar y las
versiones interesadas de los hechos, disfrazadas de expresiones
generalmente solemnes.
Mientras sea más importante vender algo que
formar al espectador, mal vamos.
Buenas noches.