Me parece que la obra muestra la
condena sin remedio a la soledad de unos trabajadores en una granja
norteamericana de principios del siglo XX. Son personas que aceptan
su presente y su futuro, su situación, sin otra alternativa que la
de mantenerla, y que sobreviven repitiendo y repitiéndose una y otra
vez sus sueños, sus pequeños sueños que para ellos, sin embargo,
suponen un cambio grande en sus vidas. Se refugian en un
individualismo estéril y simple, pero que les basta para tener
presente que existen. Esta es la degradante forma de vida que el
liberalismo y el capitalismo les había hecho creer que era la
normal. Hablan -los que pueden hacerlo porque no son objeto de
discriminación racial o sexual-, pero no dicen nada, no se comunican
entre sí. La explotación a la que están sometidos dejan ver su
mala situación económica, pero su dimensión de seres humanos es
aún peor. Si la vida es el resultado de las relaciones que
establecemos, la de estos seres, que viven para trabajar y que están
solos aunque estén en compañía, es una vida lamentable, nada
apetecible, pero, al parecer, la única posible.
Este es el marco en el que se mueven
George y Lennie, los protagonistas de la obra de Steinbeck.
George ha intentado salirse del sistema
de vida habitual en su mundo. Ha renunciado a tener esposa, hijos,
familia..., para hacerse cargo de Lennie, un enfermo mental incapaz
de razonar con una mínima normalidad y que con mucho trabajo puede
llegar a tener una cierta memoria. Simboliza la dimensión
instintiva, irracional del ser humano, esa que tiene en la fuerza su
atributo más distintivo. Lennie no es ni bueno ni malo, porque no
tiene desarrollada su dimensión moral. Es un ser desvalido,
necesitado, absolutamente dependiente, como un niño grande, muy
grande, y dotado de una fuerza bruta descomunal con la que es capaz
de matar ratones, cachorros de perro o personas, pero sin que logre
saber lo que está haciendo y sin que en ello intervenga nionguna
intención.
George, en un acto de generosidad que
es lo más positivo, gratro y esperanzador de la obra, renuncia a sus
propios sueños para cuidar de Lennie. El desenlace final mostrará
la opinión de Steinbeck sobre la situación planteada y mostrará
que, en el fondo, en el sistema liberal capitalista no hay cabida
para el amor y que cuando acucia la satisfacción urgente de las
necesidades más inmediatas, se resienten las relaciones humanas, se
vician los comportamientos y los hombres caen fácilmente dentro del
pozo de la brutalidad.
Los personajes tienen el futuro
clausurado. Están instalados en la rutina y repiten machaconamente
sus sueños como si fueran mantras liberadores. Lennie quiere cuidar
de unos conejos con el mismo interés que un ciudadano hoy quiere ver
asiduamente la tele o quiere que su equipo gane la Liga de fútbol.
El pensamiento y las palabras repetidas les hacen creer en la ilusión
de una liberación que saben imposible.
La mujer que aparece en la obra, que ni
siquiera tiene nombre, es un ser que tiene roto su ámbito de
relación con los demás. Vive crudamente su soledad en medio de un
casamiento machista y absurdo en el que se ha tenido que refugiar y
en el que es imposible que pueda existir como un ser humano.
De ratones y hombres es muy
recomendable porque es un espejo en el que nos podemos ver hoy, a
pesar de que esté escrita y ambientada en una época distante a la
nuestra. Se representa en el Teatro Español, de Madrid, hasta el 27
de mayo de 2012.