Estaba equivocado. Yo creía que los
personajes públicos, especialmente los que aparecen por televisión,
educaban a la ciudadanía, le suministraban valores, criterios y
pautas de actuación y que, en cierta manera, modelaban la conducta
de quienes les escuchaban.
Ahora me doy cuenta de que no es
exactamente así. No es que esto que digo no ocurra, sino que es
demasiado simple, y las simplificaciones nos suelen alejar de
cualquier visión certera.
La realidad, como todo, funciona
dialécticamente, es decir, que no es sólo que los personajes
públicos influyan en los ciudadanos, sino que estos ya están, a su vez, funcionando de esa manera y ven un reflejo de sus valores
en el personaje público con el que se identifican. Éste, a su vez,
intenta conectar con esos valores de los ciudadanos para lograr tener una
clientela fiel. Ambos se influyen mutuamente.
Por ejemplo, no es sólo
que un político corrupto o prepotente colabore a crear ciudadanos
corruptos o prepotentes, sino que en la sociedad ya hay ciudadanos
que ven bien la corrupción o la prepotencia y que se identifican con
los respectivos políticos, quienes siguen actuando como tales,
porque, además de satisfacer sus propios intereses, saben que así se aseguran una clientela fiel.
Y, mientras
tanto, la ética desechada en algún rincón.
Buenas noches.