Son curiosas las expectativas que
levantan las personas. Ocurre tanto con los ciudadanos como con los
personajes públicos. Por ejemplo, de Rajoy ya se sabe lo que cabe
esperar y nadie en su sano juicio, viendo su trayectoria de
muchísimos años atrás, se espera nada positivo para la sociedad a
la que dice servir. Y pasa también con el nuevo Papa. Tengo la
impresión de que en algunos momentos parecía que esperábamos de
Francisco que no fuese el jefe de la Iglesia Católica, sino un
ciudadano benefactor que hiciera algo positivo para la humanidad, más
allá de los límites de la institución en la que se encuentra. A
mí, en principio, el Papa Borgoglio me cae bien. Su forma de hablar
el italiano con acento argentino y su cadencia lenta y natural, como
invitando a la reflexión, me parecen fascinantes. Pero vamos a ver
cuando pasemos de la fase de los detalles -por ahora, digna de
encomio- y entremos en la de los asuntos serios y fundamentales
-igualdad, mujer, gays, anticonceptivos, pobreza, curia, celibato,
apertura al mundo, poder, corrupción, pederastia, economía, etc.-,
cómo discurren las cosas. Habrá que estar atentos para ver si las
expectativas se cumplen.