La envidia es uno de los más bajos
vicios en los que puede caer el ser humano. Me resulta curioso
comprobar que el envidioso siempre va acompañado de una corte de
palmeros, inútiles para otras artes distintas de las de emitir
aplausos con un cierto sentido del compás, pero que sin los cuales
el envidioso estaría tan solo como se sentiría si, en un acto
improbable de honestidad, se colocara delante del espejo dispuesto a
hacerse una autocrítica seria.
Buenas noches.