Yo nací por televisión. Del vientre de
mi madre salió un monitor y lo colocaron en una cuna, que entonces
se llamaba un 'moisés'. La teta y el biberón me lo daban por
televisión y me vi obligado a rechazar cualquier chuchería que me
ofreciera alguien que no tuviera acceso al monitor. Fui creciendo en
pulgadas y cuando fui capaz de manejar yo solo el monitor, me
llevaron a la escuela. Allí había niños que no tenían monitor y
con los que me era muy difícil comunicarme, a pesar de que me ponían
de frente a ellos, junto al maestro, para que me pudieran ver.
Seguramente de entonces me viene ese deseo de huir de la gente, sobre
todo de la que me habla y me pregunta cosas que yo no sé contestar.
Salía poco de casa. De pequeño me llevaban en un cochecito, pero
luego la tarea se hizo más difícil y a veces hasta imposible. Iba
al fútbol y poco más. Estudié en la universidad a distancia porque
me era más sencillo tanto estudiar como hacer los exámenes, que
enviaba haciendo simplemente una conexión. Una vez sentí una
interferencia muy fuerte y me enamoré de una chica que tampoco tenía
monitor, pero que me entendía bien. Llegué a ser registrador de la
propiedad. Era muy cómodo para mí, porque no tenía que tratar
directamente con nadie. Luego, a un grupo de personas se le ocurrió
que me metiera en política, lo cual me aterraba, porque ahí había
que decidir cosas y eso nunca me ha gustado hacerlo. La fortuna hizo
que encontrara en una ciudad gallega a un individuo que se parecía
mucho a mí. Con un poco de maquillaje y el asesoramiento de un
director teatral, logramos convertirlo en un calco de mi cuerpo. El
problema era que este hombre no tenía ni idea de nada. Cuando se
calentaba, echaba unas broncas terribles, pero nunca sabía lo que
había que hacer, sólo protestar e insultar. La ventaja era que
tenía una gran memoria y recordaba perfectamente todo lo que se le
decía, pero cuando surgía un problema imprevisto, no sabía qué
decir. Llegó un momento en el que las cosas se pusieron muy
difíciles y era casi imposible que mi doble hiciera frente a las
situaciones que se le presentaban, por lo que tuve que reservarlo
para actos protocolarios en los que hubiera poco que hablar. En los
actos importantes tuve que volver a aparecer yo, con mi monitor, que
ahora ha crecido ya mucho y es de buena calidad. Sigo con mi problema
de comunicación, pero tendrían que entender que yo he sido así desde
pequeño y que estas cosas no tienen mucho arreglo. Lo sobrellevo
como puedo y mi gran temor, lo que no me deja vivir, es que alguien,
algún enemigo, de los de fuera o de los de dentro, me averíe un día
seriamente y no haya técnico en el mundo que logre arreglarme. Cada
uno lleva su cruz a cuestas -o dentro- como puede.