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martes, 11 de septiembre de 2012

La Luna y el dedo




Si no se usa el dedo para señalar la Luna, es posible que nuestro acompañante no vea la Luna.

Hay veces que hay cosas más interesantes que ver que la Luna.

Hay también dedos, retorcidos por el reuma o por un alma ya retorcida por el tiempo, que apuntan muy mal y uno no acaba de ver dónde están ni la Luna ni aquello a lo que dicen apuntar.

Está luego el imbécil, que, según los chinos, se queda mirando el dedo cuando se le señala la Luna. 

Decidir si hay que mirar la Luna o alguna otra cosa es asunto muy difícil y, por lo que se ve, suele estar en manos de los menos dotados para ello.

Determinar con qué dedo señalamos lo que hay que ver, en qué momento lo hacemos y de qué forma señalamos mejor, para que nuestros acompañantes terminen viendo lo que tienen que ver, es necesario, pero depende en tanta magnitud de los acompañantes, de sus situaciones concretas y de sus cambios, que difícilmente se podría prescribir de antemano y de manera universal.

Pero siempre hay un tipo desocupado, al que le importa un bledo la Luna y que no sabe nada de señalamientos, de direcciones ni de sentidos, que tiene la irrefrenable manía de estar siempre mirando los dedos y haciendo lo posible por que estén como a él le gusta que estén.