Observemos lo que ocurre, por ejemplo,
en la educación tradicional. Desde pequeños los niños visten de un
color, mientras que las niñas lo hacen de otro; los niños se
entretienen con juguetes que desarrollan capacidades que se denominan
'masculinas', mientras que las niñas se ocupan de lo que les llevará
a ser 'femeninas'. A los niños se les orienta hacia la fuerza y el
mando; a las niñas hacia la maternidad y la belleza, con cánones
que favorecen a los hombres. Es verdad que ya hay familias en las que
no se educa con estos criterios, pero es muy frecuente que los
padres, madres, abuelos y abuelas sigan aún con las pautas
tradicionales.
Las discriminaciones salariales, por su
parte, generan brechas importantes entre los sueldos de los hombres y
los de las mujeres, lo cual es fruto de la misma ideología machista,
al igual que la explotación sexual en sus diversas manifestaciones
(prostitución, gestación subrogada, etc.)
El machismo se manifiesta también en
quienes ocupan los altos cargos del poder, tanto en organismos
oficiales como en las empresas. Siempre hay en ellos muchos más
hombres que mujeres. Y en demasiadas sentencias judiciales, más
propias de épocas muy pasadas y muy ajenas a una evolución
igualitaria, se advierte la ideología machista.
(Continuará)