Pongo aquí una interesante reflexión de Marta Marco Alario sobre el uso de la idea masculina de belleza para establecer el dominio machista de las mujeres a través de su cuerpo.
"Leo, y sin que me pinchen sangro, que una mujer murió el pasado mes de enero tras una operación de cirugía estética que salió mal. Sí, salió mal, claro que sí, porque la mujer murió. Murió. Como Lorca, que también murió. Y es que, cuando dejamos de respirar, aunque nos hayan matado (aunque sea supuestamente, porque a muchas mujeres las matan supuestamente), también hemos muerto, ¿no? Bien, esta mujer "falleció" con casi treinta perforaciones en riñones, intestino, hígado y después de que, según relatan, el anestesista le pidiera al médico que dejara de sacarle grasa porque le estaba sacando, además, mucha sangre. Sacando mucha sangre; o sea, la sangraron. Como hacían en la Edad Media a las mujeres que padecían de Histeria (qué cosas). Todo lo que cuentan los testigos es horripilante, pero para más terror, hay dos anestesistas implicados: uno que no debía estar operando a esta chica aquella mañana en aquella clínica privada porque debería estar en su puesto de trabajo en un hospital público, y otro, el que aparece en la documentación pero que no pero que si sí, que no se sabe si estuvo o no... y un "médico" que se estrenaba en esto de sangrar mujeres. Insisto, la historia es absolutamente terrible, se mire por donde se mire. Y lo es más porque la protagonista, por desgracia, está muerta. Porque hablamos de una persona que entra en un quirófano para que le quiten grasa abdominal y sale "cosida a machetazos". De una mujer muerta. De otra. Porque esto, se mire por donde se mire, es otro caso más de violencia institucionalizada contra la mujer. Y es que me cago en el negocio que hay montado en torno a la transformación violenta del cuerpo de la mujer. Una y mil veces.
Me paro a pensar en qué lleva a una mujer a pagar casi 6000€ (o cantidades muy superiores dependiendo de aquello que vayan a manipular, quitar, poner, etc.), a meterse en un quirófano con una anestesia total y a asumir el riesgo de perder la vida y no encuentro ninguna respuesta que me satisfaga.
¿Quién ha decidido que las tetas bonitas son las que se miden en copa C y que se sostengan en torsos que midan menos de 90 centímetros?, ¿quién ha decidido que nuestras cinturas deben medir menos de 60 centímetros?, ¿quién que nuestras caderas deban ser proporcionales a esas tetas normativizadas?, ¿quién que nuestros muslos no deban acumular grasa?, ¿quién ha sido el mequetrefe -porque esto lo ha decidido un hombre- que ha decidido que todas esas partes de nuestros cuerpos, que sufren precisamente los embates de los embarazos gracias a los que os hemos parido al cien por cien de la población nosotras solas, tienen que ser "así"? ¿Y por qué?
Mis tetas, cuando tenía 18 años no eran como son ahora. Ni mi cadera, ni mi tripa, ni mi culo ni mis muslos, ni mis tobillos. Ahora están mucho mejor porque lo que, desde luego, no está como cuando tenía 18 años es mi cerebro. Y no lo está gracias al entramado feminista en el que he crecido y me he construido. (Ahora es cuando los pocos machunos que habían llegado hasta aquí -si es que alguno lo ha hecho- piensa aquello de: "Yi istimos quin il fiminismi"-).
Voy a dar una vueltita de tuerca al asunto: si yo voy a un médico y le pido que me agrande las amígdalas porque a mí me molan las anginas gordas, muy gordas, sí, sí, gordas, como las prefieren ellos (aunque ya ni el Gurruchaga tiene huevos a cantar esto porque es políticamente incorrecto...), ¿también me meten silicona? Entiendo que me derivaría directamente a psiquiatría, ¿no? SEGURO. ¡Ah, una chalada, que le recetan antidepresivos ya, y ansiolíticos...! (más violencia contra la mujer porque... ¿a cuántas mujeres conocéis tratadas con estas medicaciones solo porque no soportan sus vidas...? -he abierto otro melón, lo sé-. Entonces, ¿por qué aumentar las amígdalas es una estupidez supina y un riesgo evidente pero manipularnos todas las partes relacionadas con lo que sexualmente excita a los señores y arriesgar nuestras vidas no se entiende como un auténtico dislate? A ver, ¡que hay cirujanos operando vulvas, recortando labios y blanqueando la piel del orto!
Esto es una maldita locura. Y es una locura patriarcal. Como todo lo que surge en su tiranía y para goce y disfrute de ellos. Que además de gozárselo porque el fin es solo que los cuerpos femeninos les gusten a ellos, se están enriqueciendo de una forma asquerosamente inmoral.
Sé que es un temazo y que los ofendiditos y ofendiditas estarán supurando por las cicatrices por las que les metieron la silicona, pero me da exactamente igual y me apetece y mucho, meter el dedito en el agujero de vuestras heriditas.
Pienso en todas las niñas y adolescentes que sufren por tener cuerpos no normativos y pienso en todas las anorexias y bulimias con las que lidio en los institutos en los que he trabajado. Las mujeres somos las principales víctimas de esta tragedia. Somos nosotras las que estamos, otra vez, en el punto de mira de esta violencia.
¿Por qué una mujer arriesga su vida para modificar su cuerpo? ¿Para gustarse más a sí misma? Me perdonen, pero no. El patriarcado nos ha metido por aquí otro golazo, y por la escuadra. Nosotras deberíamos gustarnos a nosotras mismas seamos como seamos: con nuestras tetas pequeñas, descolgonas como pimientos asados, turgentes como melocotones de Calanda o grandes y redondas como manzanas Pink Lady (que ya caerán, ya); con nuestros culos rechonchos, respingones, pequeños, flácidos, con celulitis, sin ella, con piel de naranja o de kiwi; con nuestros anos renegríos y nuestras bárbaras episiotomías (más violencia normativizada contra la mujer -otro melón, ¡con lo caros que están!-); con nuestros muslos flacos o gordos, nuestras rodillas artrósicas y osteoporosísticas (o como se diga) perdidas y todas las demás heridas de guerra que la vida nos pone, porque queridos míos, ya es bastante putada que el cincuenta por ciento de la población tenga que parir al cien por cien, como para que además, nos hayáis convencido de que tenemos que estar normativamente atractivas para que a vosotros se os levante esa picha que algún día, queridos machunos, tampoco se os va a levantar. "