Rajoy es Rajoy, pero no es Rajoy. ¿Cómo
que no es Rajoy? Bueno, depende. Es Rajoy y no es Rajoy, porque a
veces es Rajoy sin serlo y otras no lo es, aunque lo sea. Él nunca
ha dicho que sea Rajoy o que deje de serlo. Es Rajoy cuando lo es, cuando no puede dejar de serlo, y cuando no lo es, pues puede que lo
sea o que no lo sea, ya que la situación es difícil y a veces hay
que hacer lo que hay que hacer, con independencia de que se sea o que
no se sea. Además, la herencia recibida hace que unas veces tenga
que ser Rajoy y otras, o las mismas, que no pueda ser Rajoy. Él lo
tiene muy claro y está convencido de que hay que ser lo que hay que
ser, sea lo que sea. Porque cuando las cosas están muy claras hay
que llamarlas por su nombre y se es Rajoy cuando se es Rajoy y cuando
no se es, pues no se es. Pero cuando la gente no tiene una visión de
la situación con la meridiana claridad necesaria, pues entonces hay que ser Rajoy
o no serlo, según contribuya al bien general del país. Y cuando
aparece el miedo estructural o la señora Merkel se cambia de
chaqueta, de color de chaqueta, claro, o la prima de riesgo se pone
peor que con Zapatero, pues entonces, oiga usted, se es Rajoy o no se
es o lo que haga falta. Lo importante es que la gente se crea que
estamos en un país bien gobernado, que vamos hacia adelante y que no
dé la lata, porque da igual quién esté en el poder con tal de que
sea Rajoy o no Rajoy. Y da igual también que Rajoy diga una cosa y
haga la contraria, porque en todo caso luego el no Rajoy saldrá dirá
que él no, aunque el otro sí, pero que hay que recortar, asunto
éste que probablemente no haya hecho Rajoy, sino el no Rajoy. Antes,
el poder se ejercía de manera bicéfala, como lo hacían Felipe
González y Alfonso Guerra. Hoy el PP lo ejerce de forma postmoderna,
es decir, pluricéfala y multipostural. Así, cada uno dice una cosa,
la que le dé la gana, aunque el de al lado diga luego la contraria,
y todos digan que sí y que no. Rajoy, ante esta situación, tiene
que poner de manifiesto que él es el jefe, el líder, y asumir en su
humilde y quebrantada persona toda la creatividad que ponen de
manifiesto sus seguidores y proclamar a todos los vientos
sucesivamente el ser y el no ser. No en vano él es Rajoy y no lo es.
Ser o no ser, esa es la cuestión de Hamlet, pero no la de Rajoy, que
tiene superada la contradicción al sintetizar perfectamente los
contrarios en una unidad superior y equivalente a la nada más vacía.